sábado, 30 de enero de 2010

I love Pontevedra

Me he pasado todo el día empaquetando mis cosas, mañana es el gran día, el "día T" de traslado, me marcho a Ourense. Está relativamente cerca de Pontevedra y vendré muy (pero que muy) a menudo, pero no es lo mismo que vivir aquí.
Se que venía necesitando este cambio de aires desde hacía más de medio año, que es lo que quiero y que iba siendo hora de tener mi propia vida, pero no dejo de sentir cierto vértigo y algo de nostalgia por dejar este sitio. Amo mi ciudad, aunque me pase media vida diciendo lo que cambiaría de ella ¿qué queréis? buscamos la perfección de aquello y aquellos a los que queremos.

Hoy iba paseando por el paseo marítimo, (que está cerquísima de mi casa), y me encontré el siguiente graffitti:


He pasado un trillón de veces por delante, he recorrido ese paseo hasta la saciedad, paseando, en mis sesiones de running, con el coche etc y nunca me había fijado. Y sin embargo hoy, precisamente hoy, mis ojos se han posado en esa pared. No creo en eso de las señales, pero ¿no da la sensación de que mi amada ciudad me dice algo? Cuando me paré lo primero que se me vino a la cabeza fue: "Es como si supiera que me marcho".Da la sensación de que no sabes lo que tienes delante hasta que vas a dejar de verlo tan a menudo.
Para mi, hoy y siempre, Pontevedra, capital del mundo.

viernes, 29 de enero de 2010

"La soledad de los números primos" de Paolo Giordano

El motivo principal por el que me embarqué a leer esta novela es, básicamente, que me dejé llevar por la corriente del best seller, no lo voy a negar. Incluso yo sucumbo. Aunque también he de decir que parte de culpa la tuvo la curiosidad que me despertó el autor. Paolo Giordano es un chico de 27 años licenciado en física teórica y, “La soledad de los números primos”, es su primera novela. Me llamaba la atención, como una persona que, a priori es de números, de ciencia más que pura, se da a la escritura. El pensar en la ruptura de un cliché tan definido fue como un imán para mí.

Mattia y Alice, son los personajes de esta historia. Dos personas marcadas profundamente por episodios traumáticos acontecidos en su más tierna infancia. Mattia es un muchacho cuya inteligencia es muy superior a la media del resto de los mortales, que busca en las matemáticas, el refugio para huir de su vida. Por su parte, Alice, es una chica con un fuerte complejo con su cuerpo, amante de la fotografía.
En la novela, se narra la vida de ambos protagonistas en forma de episodios y en distintos momentos temporales (niñez, adolescencia, años universitarios, adultos), vida que en ninguno de los casos es fácil.

Mattia y Alice, dos polos opuestos (uno extremadamente racional, la otra con una dedicación más bohemia) que irremediablemente se atraen entre si, pero que nunca llegan a estar juntos del todo, de ahí el símil con los números primos gemelos (son números como el 11 y el 13, o el 17 y el 19, que permanecen próximos pero nunca llegan a tocarse).

Lo que no esperas es una presentación de los personajes en situaciones tan duras e impactantes, un punto de partida, que ambos casos es muy crudo. En el libro se tratan, además, temas como la anorexia y la autolesión, intentando profundizar en las causas que llevan a eso.
La prosa es rápida y ágil, haciendo que el lector tenga ganas de saber más acerca de los personajes, curiosidad que no siempre es satisfecha o, de hacerlo, en un grado muy bajo.

No puedo decir que no me gustase, mentiría si lo hiciera. Me ha gustado y mucho, no obstante, se echa de menos información entre los saltos temporales, que son muy amplios. Da la sensación de que el libro queda incompleto, lo acabas y lo primero que se te viene a la cabeza es “¿ya está?”. Dan ganas de rebuscar por si te has dejado algo sin leer. Siguiendo con los símiles matemáticos y físicos, que son una constante en el libro (algunos de ellos algo rebuscados), lo de este libro es algo así como en matemáticas lo de la condición necesaria y suficiente para el cumplimiento de un teorema: se sabe lo justo del pasado de los personajes para comprender mínimamente su presente, (lo necesario) pero no lo suficiente.

miércoles, 27 de enero de 2010

Estado de mi desembarco en Ourense.


Tras la alegría, el alboroto y la euforia desatada el viernes cuando me dijeron que me daban el trabajo, llega el momento de enfrentarse a la realidad: tengo nueve días para organizarme la vida en una ciudad totalmente nueva para mí y cuatro de ellos son fin de semana.

Alguno pensará que no me queda tan lejos y que más o menos conoceré algo de la ciudad: error, pero qué queréis que os diga, siempre he sido más de costa que de interior.
Por encima, soy una persona que no deja nada a la improvisación, en lo que a cosas importantes de la vida se refiere, soy de las que lo tienen todo atado y más que atado. Así que el sábado me puse manos a la obra, con la ilusión, y también la presión, de ser la primera vez que estaba totalmente a los mandos de la nave: YO tomo todas las decisiones. Y he de decir que me encanta!!

Lo primero, buscar dónde dormir. No conozco a prácticamente a nadie (sólo a una persona y tampoco es cuestión de comprometerla) y, a pesar de que el puente romano es una joya arquitectónica, no terminaba de convencerme el vivir debajo, así que vamos a San Internet para que me saque del apuro. La oficina está en el centro y a mi me gusta moverme andando por lo que la decisión de la zona no es difícil, cerca del chollo para poder ir a pata. Mejor compartir, podría ir sola pero casi que lo dejo más adelante cuando ya conozca gente. Es algo que estoy segura que haré en el futuro, si la cosa sale bien y voy enganchando contratos.

Imprescindible, un gimnasio cerca. Se que mucha gente pensará: “ya salió el tema gimnasio, ya tardaba la niña”. A esas personas sólo les voy a decir que sí, que tienen razón, que soy adicta. En mi defensa, comentar que soy una persona muy nerviosa, un auténtico culo inquieto y mi cabecita no para de pensar y darle vueltas a las cosas en las 24 horas que tiene el día y es algo agotador. Pero cuando me subo a una cinta y me pongo a correr, consigo dejar mi mente en blanco, consigo no pensar en absolutamente nada y cuando termino de entrenar estoy en un estado de completa relajación. Ha habido veces de llegar casi llorando del estrés (como en exámenes) y salir como una auténtica balsa de aceite. Debería pagármelo la empresa, una hora y media de ejercicio físico aumenta mi rendimiento hasta límites insospechados.

Después de una búsqueda exhaustiva, situando todo con la ayuda de Google maps, objetivo cumplido: tengo piso en pleno centro, a diez minutos andando del trabajo, los tres compañeros que tienen pinta de ser muy majetes, tengo conexión a Internet y ocho gimnasios cerca. La cosa está entre dos, y en ambos la peña se gasta un postureo increíble, ya me veo comprando ropa nueva para que parezca que salgo de un catálogo de ropa deportiva y no desentonar.

Ya tengo portátil nuevo, las primeras semanas habrá que hacer un esfuerzo extra para integrarme lo antes posible y no ser una rémora, por lo que lo mismo tendré que trabajar en casa, es lo que hay. Pues se hace y punto pelota.

El día de la entrevista me fijé en la ropa de la gente, no por frivolidad sino por si había algún tipo de código de indumentaria o algo: negativo, la ropa que tengo me sirve perfectamente para este trabajo, aunque me pinta que mis adorados tenis y demás calzado deportivo se quedarán para los fines de semana. Pues nada, botas, zapatos y bailarinas, se ha dicho.

Ya sólo falta cambiar de coche y buscarle plaza de aparcamiento. Estamos en ello, pero es que comprar un coche no es una decisión para tomar a la ligera y no tengo ni idea de cuál es mejor o peor. Lo único que se decir es si es bonito o no y si el cuero de la tapicería es de verdad o polipiel, pero nada más. Para ello cuento con la colaboración de mi padre. Y mientras tanto, autobús que te crió para venir a casiña de vez en cuando (los fines de semana mientras que no tenga nada que rascar por allí)

Bueno, teniendo en cuenta que estamos a miércoles y no me marcho hasta el domingo, creo que puedo decir que no lo he hecho nada mal, me he organizado bastante bien (me voy a dar un aplauso a mi misma: plas!). Y ahora, lo más importante: procurar no meter la pata en el trabajo, por eso de que me interesa y quiero mantenerlo.

lunes, 25 de enero de 2010

De Pontevedra, de Galicia y de España.

Soy de Pontevedra, (creo que ya no es un secreto para nadie), situación que implica dos hechos impepinables: soy gallega Y soy española (no es una errata, la Y mayúscula y bien grande). Soy las dos cosas, no soy ni me siento menos gallega por el hecho de sentirme española, estoy muy orgullosa de ambas cosas. Esto, además, implica que conozco a la perfección tanto el castellano como el gallego: soy bilingüe. Tengo la suerte de vivir en una comunidad que tiene idioma propio, lo conozco, lo he estudiado, lo uso cuando quiero, pero en mi vida diaria soy castellano parlante. Nadie me ha obligado, lo he elegido yo, como ciudadana libre que soy. En eso consiste la cooficialidad de idiomas.

Me pone del hígado todas las polémicas idiomáticas que se sacan los políticos de turno con fines electoralistas. Si de verdad estuvieran en contacto con la calle, se darían cuenta de que entre el “pueblo llano” no existe problema alguno. Tengo amigos gallego parlantes, mi abuela sin ir más lejos, lo es. Y cuando hablamos, ellos lo hacen en gallego y yo respondo en castellano y viceversa. Nos entendemos y, ni ellos ni yo, nos sentimos ofendidos por no cambiar el idioma para hablar con los demás.

Durante el franquismo, el gallego estuvo prácticamente prohibido y a los que lo hablaban los tachaban de pueblerinos y paletos, parece mentira que Franco fuera del mismo Ferrol. Esto hizo mella, aún a día de hoy veo como mi abuela cambia al castellano cuando va al médico. Estuvo muy mal, claro que si, pero lo que no se puede hacer ahora es intentar eliminar el castellano de todos los organismos oficiales, como pretendió hacer, dando lugar a multitud de situaciones absurdas. Por ejemplo, para acceder a cualquier empleo público tengo que hacer un examen de gallego o demostrar que se hablarlo, leerlo y escribirlo. Esto es increíble, debería bastar mi partida de nacimiento, soy gallega. ¿Acaso si voy a trabajar a Toledo, pongamos por caso, tengo que hacer un examen de castellano? Si se piensa fríamente se pretendía hacer con el castellano lo mismo que se hizo antes con el gallego durante la época de Franco. Y para muestra, os voy a contar dos situaciones separadas 65 años aproximadamente entre si y ya me diréis si es lo mismo o no:

La situación 1, la contaba mi abuelo, le ocurrió a un compañero suyo de escuela.

Resulta que el maestro le preguntó al amiguito de mi abuelo: ¿Cuántos años tienes?. En gallego “año” significa cordero.
En la aldea de mi abuelo sólo se hablaba el gallego y no se conocía el castellano, así que el niño contestó: “Teño sete años e dez pitos” (Traducción: Tengo siete corderos y diez pollos). El profesor en lugar de enseñarle al chaval cómo se decía en castellano, con paciencia y entendiendo su situación, le castigó.

La situación 2, me ocurrió a mi en tercero de carrera (para los que no lo sepan, estudié en la Universidad de Santiago de Compostela).
La asignatura de electrotecnia, la impartía un tío de estos de “qué hippie y enrrollado soy”. Explicar, explicaba bien, las cosas como son. El primer día, entra por clase y se quita su jersey super hippie, (me apuesto una mano que lo compró en una feria de artesanía) que no se apeó en todo el cuatrimestre (o eso o tenía varios) y tenía una camiseta que ponía “Algum dìa Galiza será ceibe” (Traducción: “Algún día Galicia será libre”). Una compañera y yo nos miramos y pensamos que al carajo la cooficialidad de idiomas, vamos a tener que hablar en gallego para congratularnos con este tío (mis principios a la mierda cuando está en juego el estudiar en verano). Por encima esa frase no está en gallego, está en portugués. El paisano era de estos ultranacionalistas, que llaman Galiza a Galicia y creen que Galicia debería pertenecer a Portugal y no a España y tener su uso horario y no se cuantas gaitas más. Obviamente el tío hablaba en gallego lusista (que no es gallego normativo).
El caso es que un día en prácticas le hice una pregunta y el tío me hizo gestos como de que no se enteraba, se la repetí (lo mismo había hablado muy bajo), obtuve como repuesta el mismo gesto y así una tercera (inocente de mi). Se me encendió la bombilla y la hice en gallego y hablando muy bajito (esto lo hice aposta). ¡Amigo!, la cosa cambió y de repente el tío se enteró.
A mi no me castigaron, pero tuve que soportar lo que quedó de curso las burlas de mis compis por inocente y no darme cuenta de que el tío se estaba quedando conmigo. Es que estaba tan concentrada en el ordenador…. Por cierto, que aprobé a la primera, ahora bien, el examen lo hice en gallego que estaba en juego el estudiar en verano.

Tengo noticias para aquellos que son como mi profesor: amigos míos, hay vida más allá de Los Ancares y, aunque parezca difícil de creer, también hay vida más allá de los Pirineos, y en esos sitios no se habla gallego. Debemos estar preparados, porque nunca se sabe dónde puede acabar uno trabajando y no estaría de más competir en igualdad de condiciones que el resto de los españoles.

viernes, 22 de enero de 2010

Hay una parada menos en este país: una servidora.


Hoy voy a ser muy breve y probablemente la redacción sea una auténtica chapuza, pero creo que la excusa es buena. Estoy como una moto, no soy capaz de estar sentada en ningún sitio más de tres minutos seguidos, si para escribir esto estoy haciendo un esfuerzo de autocontrol brutal.

Lo mejor: el trabajo es de lo mío, de la especialidad que yo quiero y es en Ourense, es decir, a hora y media en coche de mi familia. Y sobre todo, que me independizo. Nunca tuve vocación de nada, de ninguna profesión en concreto, pero no levantaba un palmo del suelo y ya decía que lo que yo quería es ser independiente. Así que hoy se cumple uno de mis sueños. Dios! es una sensación estupenda!. Tengo la sensación de que mi vida empieza hoy, que me he estado preparando toda mi vida para este momento.

Y sobre todo siento un profundo agradecimiento. Para mis padres, porque me lo han dado todo, mi hermana porque es mi mejor amiga y es la persona con la que mejor me entiendo del Universo y la que mejor me entiende y me sabe llevar. Y para aquellos que siempre se han preocupado por mí y me han dado ánimos, sobretodo desde que en septiembre presenté el proyecto fin de carrera y me quedé sin nada que hacer. Yo, no soporto el estar tanto tiempo ociosa, soy un culo inquieto y hay gente que me ha aguantado muchas neuras en torno a una taza de café desde entonces, que me ha aconsejado, que ha tenido una paciencia infinita conmigo, que me hizo esto muy llevadero. A todas esas personas muchas, muchísimas gracias que sepáis que esto queda todo en el disco duro y yo no olvido nunca nada (ya me conocéis).

Así que a partir de febrero, tendré un horario como todo el mundo (no sabéis lo que echaba de menos esto).

Intentaré leer vuestros blogs y comentaros a lo largo del finde, pero no prometo nada. No se si conseguiré estar sentada tanto tiempo.

jueves, 21 de enero de 2010

“La tienda de los suicidas” de Jean Teulé.

¿Os va el humor negro? ¿Disponéis de dos horas libres? Si la respuesta a estas dos preguntas es sí, ya tenéis plan, tenéis que leer esta novela. No es nada larga, apenas 155 páginas y supone un buen rato asegurado.
En mi caso, a nadie le va a extrañar que me haya gustado: me encanta el humor negro, esta es la clásica novela por la que voy corriendo a la librería en cuanto tengo noticias de ella, como así fue.
Para contar el argumento y, sin que sirve de precedente, voy a escribir lo que aparece en la contraportada. La razón es simple, no encuentro mejor forma de narrar de qué va el libro sin desvelar partes de la historia.

“En esta novela enormemente divertida, no exenta de humor negro, el lector penetra en la tienda y en la vida de una familia, lo Tuvache, dedicada desde hace generaciones a la venta de productos (sogas para ahorcarse, toda clase de venenos, armas, etc.) que cualquier suicida debe tener a mano para el momento en que decida abandonar este mundo. Los Tuvache se sienten orgullosos de su trabajo y de su reconocida eficacia profesional, hasta que al menor de sus vástagos empieza a dar muestras inquietantes: es un niño alegre, alegre le entusiasma la risa.”

Llama la atención lo moralistas que son en esta familia para temas como el asesinato o el proxenetismo, y lo alegremente que hablan del suicidio y de cuál es la técnica que mejor se adapta a las necesidades de cada cliente. La contradicción es aún mayor si se tiene en cuenta que tienen su negocio montado alrededor de las desgracias de sus congéneres. Es este sinsentido el que proporciona la mayor dosis de humor al libro. Lo irónico de las situaciones, hace que estés leyendo con una sonrisa de medio lado permanente sin darte cuenta, hasta que alguien te ve y te pregunta: “¿Qué es eso tan gracioso?”

Desde luego si lo que uno quiere es suicidarse, esta novela proporciona todo lo que se necesita saber sobre el tema, así como técnicas de la más diversa índole y curiosidades en torno al suicidio de algún personaje relevante.
Después de esta reseña, en la que recomiendo un libro de este estilo sólo espero que no se me clausure el blog o que alguien que se suicide me tenga enlazada y luego salga en el telediario o que me persiga Mercedes Milá alcachofa en mano para uno “Diario de.. un suicidio colectivo”. Así que lo que voy a hacer ahora es curarme en salud:

“Chicos y chicas, no os suicidéis, la vida es maravillosa, un auténtico regalo, así que aprovechadla al máximo y disfrutad de ella. Percibid el tono sarcástico del libro.”
A pesar de lo que es novela pueda parecer a priori, se trata en realidad de un canto al optimismo, ideal para los que, como yo, ven siempre la botella medio vacía.

martes, 19 de enero de 2010

Fauna de gimnasio II


Después una primera incursión en el universo de los gimnasios con las señoritas yo-eso-no-lo-hago-que-marco-músculo, vuelvo a sumergirme en las profundidades de ese mundo aparte.
En esta ocasión les ha tocado a las señoritas me-sobra-la-pasta-y-una-ONG-no-me-motiva. Básicamente se trata de gente (muy a mi pesar el 99,99% son chicas), que va al gimnasio a dar un paseíto y ducharse. Y, francamente, con los tiempos que corren me parece que 30 euros mensuales (en el mejor de los casos) es un alto precio para tan poca actividad. Para eso casi vas al trabajo andando, que es gratis, y te duchas en casa, que tienes el baño para ti solita.

A simple vista se podría pensar que son personas que, estéticamente hablando, no necesitan gimnasio, chicas guapísimas, delgadísimas y un larga lista de –ísimas más. Pero claro, aunque escondidos, hay mucho amante del deporte suelto por ahí, por lo que, perfectamente el ir al gimnasio puede ser por salud, por devoción al ejercicio físico etc, por lo que hay nada de raro en que vayan. Yo misma voy por hobby.

Lo primero que llama la atención es el despliegue de medios que se gastan. Cuando las ves cambiándose en el vestuario sacan unos modelazos que ni Marbelys Zamora ensayando en Fama, que si mallas a juego con la camiseta y el sujetador deportivo (todo de marca y supertranspirable, por supuesto), zapatillas con cámara de aire, muñequeras, calentadores, y un iPod del tamaño de mi puño que llevan sujeto en el brazo con un brazalete especial (también transpirable, no podía ser de otro modo). A ojímetro y tirando por lo bajo, puede que lleven 350 euros encima en ropa y complementos. Las miras a ellas y te miras a ti con una pantalón de deporte, una camiseta de paso de ecuador vieja y unos tenis del Decathlon y, como quieres pensar bien, te dices a ti misma que fijo que es porque son profesionales del deporte, es su medio de vida y una buena equipación es fundamental.

Claro, después de tanto dinero gastado, no queda para ir a los chinos y comprarse una goma para el pelo. Ese es uno de las características fundamentales de este grupo, el pelo Pantene va SIEMPRE suelto, como mucho una horquilla para retirarse el flequillo (de no hacerlo, corres el peligro de que te echen de la pandi). Y no suele ser cosa de media melenita, el largo del pelo es considerable. No estoy muy segura, pero creo que una coleta son 5 puntos menos en la escala del glamour y un moño son 7.

Otra peculiaridad, es una buena capa de maquillaje. Primero piensas “Pobres, ahora cuando empiecen a sudar se les va a correr todo”, pero no hay fallo posible porque lo de sudar no va con ellas (tercera característica), me explico. Salen del vestuario, van a la cinta 5 minutos a trote cochinero (que en su caso es andar, no todo el mundo tiene el mismo ritmo), de ahí van a la zona de pesas donde cogen el papelito con su rutina de entrenamiento. La miran, la remiran, dan una vuelta mirándola por la zona donde están los cachas que tienen moto con un fingido aire distraído, de vuelta vuelven a pasar delante de los cachas (¿porqué no haces que te estampen en la camiseta transpirable la frase “A que estoy buena”?, sería menos sutil pero se ahorra una barbaridad de tiempo). Deben de creer que si miran fijamente la tabla de ejercicios, las abdominales se hacen solas, aunque bien mirado, levantar el susodicho papel a la altura de los ojos una y otra vez podría considerarse como ejercicio de bíceps. Hacen un par de ejercicios, pero sin forzar, no vaya a ser que se sude, parando entre medias para colocarse el pelo y en una de estas miran el reloj (otra contracción de bíceps, esto es un no parar ¿eh?) y se dicen que ya está bien por hoy, cogen la toalla, se secan ¿el sudor?, vuelven a dar una vuelta por la zona de los cachas y para el vestuario. Allí se tiran más tiempo que en el gimnasio en sí, ya se sabe, hay que ducharse pero también colocarse esos pelos de loca consecuencia del esfuerzo físico.

Cada cual que haga con su dinero lo que quiera, y no seré yo quién le diga a nadie lo que tenga que hacer, simplemente voy a dejar caer que se puede pasear gratis y existen un montón de asociaciones para apadrinar niños, con la mensualidad de un gimnasio se apadrinan 10.

P.D. A aquellos que estabais preocupados por mi salud mental, deciros que ayer volvió a abrir mi gimnasio, estaba allí a las 9:10 de la mañana. Se recobra el orden en el universo.

domingo, 17 de enero de 2010

"Las cosas que no nos dijimos" de Marc Levy

La recomendación de Adicto tv, fue la que me llevó a leer este libro, para que veáis que tengo muy en cuenta vuestras sugerencias. Tardo en leerlos más o menos tiempo en función de lo que me pida el cuerpo para leer en cada momento, pero caso hago.
Las cosas que no nos dijimos es una novela que fundamentalmente habla de las segundas oportunidades, una oda al “nunca es tarde si la dicha es buena”.

Julia una joven dibujante tiene una relación muy tensa con su padre, mejor dicho no tiene ningún tipo de relación con su él desde hace años. Su padre, Anthony, es un brillante hombre de negocios siempre muy ocupado y, por lo tanto ausente la mayor parte de la vida de su hija, cosa que le reprocha y hace que esté en permanente enfado con él. Julia se va a casar y, a cuatro días de la boda, recibe una llamada del secretario de su padre comunicándole que éste no podrá asistir a la ceremonia. Aunque esta vez la excusa es bastante buena: su padre ha muerto. Un día después del entierro, Julia recibe un misterioso paquete, una última sorpresa de su padre. A partir de ahí se desarrolla toda la acción de la novela, en la que la protagonista hará un viaje que marcará un antes y un después en su vida que ella creía en total orden.


Realmente, me ha gustado este libro, es entretenido, fácil y rápido de leer. Ideal para pasar un buen rato sin devanarse los sesos buscándole un significado profundo a cada frase. Me encanta el personaje del padre, la retranca que tiene y la ironía de sus comentarios. Julia no se da cuenta o no lo quiere ver, pero es igual a él. Los comentarios que hace al cura durante el entierro de su progenitor no tienen precio, son los típicos que haría yo si me viera en esa situación. Puede que por eso me gusten, la identificación con aspectos de los personajes es un motivo clásico por el cual un libro o una película te agradan.

Hay una frase de Anthony, que me encanta: Julia no bebe café, no le gusta (no sabe lo que se pierde, dicho sea de paso). En un momento dado, su padre le pide que pruebe un capuccino que ha pedido para ella y ella pone mala cara cuado da un trago es entonces cuando Anthony le dice: "Un día superarás la impresión de amargor que te impide apreciar el sabor de las cosas", esta me la apunto. Era difícil la metáfora de la vida simbolizada con un café y pasó el examen con nota.

Me quedo con la sensación de que Marc Levy, que es el escritor más leído en Francia actualmente, más que pretender un best seller, lo que buscaba era taquillazo como consecuencia de vender los derechos de autor. Mientras leía el libro, me daba la sensación de que estaba leyendo un guión cinematográfico, el libro apesta a futura peli. Incluso pensé en los actores que irían bien en los papeles y les puse su cara a los personajes. Michelle Monaghan sería Julia, Ed Harris sería Anthony, Mattew Rhys es Stanley, el amigo gay de Julia, Eric Mabius sería Adam, el prometido de Julia, por decir algunos. Si lo leeis, ya me contareis si estais de acuerdo con mi casting personal.

viernes, 15 de enero de 2010

La máquina perfecta


Me fascina el cuerpo humano, es una máquina perfecta y el conocer y comprender su funcionamiento es algo que me produce una enorme curiosidad que intento satisfacer siempre que me surge cualquier tipo de duda al respecto.

Lo más lógico sería pensar que este tipo de inquietudes me llevarían por el camino de la medicina, pero no, para disgusto en su día de mi madre y alguno de mis tíos que me dieron el coñazo hasta prácticamente entregar el formulario con la solicitud de las carreras. Incluso hubo quién me siguió insistiendo cuando ya llevaba 2 años estudiando Ingeniería Química!!
No todos podemos ser médicos y yo, desde luego que no. A mi la medicina o el estudio del cuerpo humano me gusta, pero en el papel. Me mareo con la sangre, tengo fobia a las agujas, las fotos demasiado explícitas de los libros de medicina me dan arcadas teniendo que volver la cara y, como broche de oro, soy hipocondríaca. Una vez iba de paseo con mi madre, me estaba contando que a un compañero suyo le tuvieron que poner unos tornillos en la rodilla como consecuencia de un accidente, y me tuve que apoyar en la pared porque me mareaba con sólo pensarlo. No me veo ejerciendo esa profesión y admiro profundamente a aquellos que tienen esa vocación. Es más, después de todo lo que he escrito, ¿realmente alguien me ve de médico? Ya me estoy imaginando la escena:

- Doctora, la necesitan en el box 1.

Dirijo mis pasos hacia allí y me encuentro con alguien al que han estampado un vaso en la cara y tiene el ojo colgando. Entonces me doy la vuelta rápidamente con un giro de 180 grados que ni Fred Astaire exclamando:

- ¡Qué ascazo, por Dios! ¡Apártate de mi vista, tío! – En ese momento me caigo redonda desmayada, pero todavía alcanzo a escuchar como una enfermera se descojona de mi mientras pide un médico para la médico.

A pesar de todo esto, me encanta que mi hermana (que para regocijo de algunos, sí sintió la llamada de la vocación médica) me cuente lo que hace en el hospital durante sus prácticas, explicándome los diagnósticos “en mi idioma”, como ella dice. Le pido que me aclare lo no entiendo cuando veo series de hospitales (que me encantan), o cuando leo libros que tienen la temática médica como trasfondo. Una vez la vi enfrascada estudiando los electrocardiogramas y le pedí que me diera unas nociones básicas (súperbásicas) para interpretarlos. Cuando voy al médico, que afortunadamente es en contadas ocasiones, atiendo a la explicación técnica cuando me enseña los resultados de las pruebas. A mi lo que me gusta es el diagnóstico en sí, y entender los parámetros y razonamientos que hicieron llegar a esa conclusión. Y todo esto simplemente por satisfacer mi curiosidad, gracias a lo cuál he adquirido con los años un argot bastante aceptable para alguien profano en la materia, dejando flipado en alguna ocasión a gente del gremio, modestia a parte. Y también a los que no son del gremio. Me acuerdo de la cara de mi madre una vez que estábamos viendo Hospital Central, y lo que le llevó todo el capítulo diagnosticar a la Cerezuela, yo lo hice en la primera escena en la que salió la paciente. No era nada complicado, la niña tenía un TOC y el Síndrome de Tourette. No tuvo mérito ninguno, teniendo en cuenta que artículos sobre TOCs los hay a mansalva en los dominicales y lo del Síndrome de Tourette fue porque me acordaba del personaje de Anne Hache en Ally McBeal. De todos modos no pude resistir la tentación de vacilar a mi madre con falsa indignación, diciéndole que era cultura general y cómo era posible que ella no lo hubiera acertado.

Muchas personas conocen a la perfección el funcionamiento de móviles, televisores, microondas etc porque son artilugios que emplean en su vida cotidiana y no se molestan por saber cómo funcionan ellos mismos y el porqué de dicho funcionamiento. Llamadme rara si queréis, pero a mi me choca ver cómo hay gente que se preocupa por saber cómo funciona un DVD y no su propio cuerpo y, creedme cundo digo, que soy la primera que es consciente de que muchas veces las imágenes no son agradables de ver.

jueves, 14 de enero de 2010

Hoy no soy la alegría de la huerta.


El refranero español es sabio y rico donde los haya y dice que “Lo que mal empieza, mal acaba”. No me quiero imaginar el resto del día que me espera.

Me levanto como todos los días a las 8 menos cuarto para desayunar con mi madre. Mi humor es de perros y no se por qué. Tengo una mezcla de tristeza y cabreo con el mundo en general, no se cuál de los dos sentimientos es el que predomina, pero mi estado de ánimo no es el mejor desde luego.

“María, don´t worry-me digo a mi misma- esto ya te ha ocurrido otras veces, sabes exactamente lo que tienes qué hacer: te vistes, te pones la canción para subir el ánimo, te vas al gimnasio, descargas todo tu mal humor con abdominales extra, duchita reparadora, vuelves a casa te preparas tu cafecito y aquí no ha pasado nada. A las doce del mediodía estás como nueva”.

Pues allá que me voy, preparo la mochila, me despido de mi padre enciendo el iPod y busco la canción para empezar mi ritual de purificación de alma.



¡Qué bien que apenas llueve, un chirimiri de nada con la nochecita de temporal que hubo!

I´m gonna party, it´s a celebration
´Cause anyboby just won´t do
Let´s get this started, no more hesitation
´Cause every body wants to party with you… lalalala

Esto marcha bien, un agradable paseo tempranito, la gente camina al son de mi música y ahora una horita y media de ejercicio, te vas a quedar relajadita, relajadita.
Llego al gimnasio y cuando iba a entrar me encuentro a uno de los dueños y me dice que hoy no van a abrir (¡mierda! Precisamente hoy lo necesitaba como agua de mayo). Pocas cosas consiguen dejarme sin palabras, acabo de descubrir otra más. Ante mi expresión de total horror, me explica que el temporal de anoche hizo que el tejado de la casa de al lado se cayese y ahora tenían la zona de las cintas con agua (¡mierda!). No saben cuándo volverán a abrir (¡mierda!), ¿empiezo a llorar? Ahora no, hay que mantener el tipo.
¿Por qué, Señor?, ¿Por qué a mi? No te llegaba con dejarme sin entrenar hasta sabe Dios cuando, descargando tu furia en forma de temporal que, por encima, te ensañas con las cintas. Justo tenían que ser las cintas, el mejor antiestrés. ¿Por qué no afectó a la zona donde se ponen los culturistas? Tenía que ser en mis dominios.
Hombre, hoy tampoco me tocaba ejercicio aeróbico, no iba a usar la cinta tenía pierna, bíceps, tríceps y abdominales, pero mañana si. Mañana me tocaba cardio, y una carrera es algo fundamental para mí. Ahora tendré que salir a correr bajo la lluvia, de puta madre!!

Ale, para casa. Lo primero de todo, cambio de canción, esto ya no es “a celebration”.




Por el camino me encuentro a mi tío y me invita a tomar un café acompañado por un interesante debate sobre que el libro en papel ha muerto y el futuro es el e-book (será lo primero que me compre una vez consiga un sueldo fijo, aunque nunca renunciaré al placer de pasar las páginas).

Llego a casa y mi padre me comunica que la cafetera se ha estropeado. Vale, ahora sí que toca llorar. Me quedo sin mi único vicio, el oro negro!!! Me he quedado clavada en la puerta, no soy capaz de moverme. Definitivamente me ha mirado un tuerto. Me dice que sin café no me voy a quedar que ya tiene solución. En lugar de respirar aliviada, me entran unos impulsos violentos contra mi progenitor por no haber empezado por ahí y haber tardado en decirme que estaba solucionado el tema café. En silencio, para no soltar una bordería de las mías, me encamino a la habitación y comienzo a leer el tema de tributación que me toca para hoy. ¡Con lo que necesitaba hoy mi ritual para levantar el ánimo! Mi cabreo contra el mundo, no ha disminuido precisamente. Miro el reloj y veo que son las 10 de la mañana, quedan 14 horas para meterme en cama, me acuerdo del refrán de marras y no se si echarme a temblar.

miércoles, 13 de enero de 2010

Mis primeros pinitos con el alemán


Hay un aspecto de mi personalidad que desconocía y que he descubierto recientemente al estar en el paro: soy workaholic (es que así suena más “cool”, que decir que soy adicta al trabajo). Antes mi problema era que el día sólo tenía 24 horas y me hacían falta un par más, por lo menos, para acabar todo lo que tenía que hacer. Ahora mi problema es que el día tiene todas y cada una de sus 24 horas, ¿qué hago con las 16 que no estoy durmiendo? El no hacer nada me producía tal ansiedad que me busqué ocupaciones además de ir al gimnasio: estudio inglés, hago dos cursos de gestión empresarial y, por si esto no fuera suficiente, ayer empecé a estudiar alemán. Cualquier cosa con tal de tener la mente ocupada y socializar un poco que estoy bastante muerta del asco.

Cómo las clases se imparten en los locales de un club náutico pensé: “Estupendo, a ver si mato 2 pájaros de un tiro, aprendo un idioma nuevo y lo mismo me echo un ligue con yate que me pasee en veranito por la ría". Tampoco pretendo casarme, digamos que estaría bien tener un pasatiempo hasta que encuentre trabajo y me marche de la ciudad. Otra forma más… lúdica, vamos a decir, de tener la mente ocupada.
Llegué con tiempo, así que me fui a la cafetería a chutarme cafeína que llevaba 4 horas sin dosis de café y la cosa empezaba a ser urgente. Observo a la gente que empezaba a llegar, y me di cuenta que yo era la que bajaba drásticamente la media de edad por lo que mi periplo con el alemán se reduciría a aprender el idioma, a no ser que cambiase mi planes y en lugar de un mero entretenimiento lo que buscase fuese heredar rápido. Al final aparecieron un par de chicas de más o menos mi edad, por lo menos, haría alguna amiga.

Empieza la clase y el profe pregunta si estamos todos al mimo nivel, es decir, que no hay nivel. Así era con las excepciones de dos señores que tenían unas nociones básicas. Uno de ellos se conformó con que el profesor (que ya se conocían) le llevase ejercicios más avanzados pero el otro, al que llamaremos el Resabidillo Petardo, estuvo dudando como 10 minutos de si se quedaba al curso o no (pero no fue un debate interno, quiso que todos fuésemos partícipes de su conflicto existencial). A pesar de que el profe le advirtió que era posible que se aburriese, decidió que sería bueno para su ego el mostrar a la concurrencia su dominio de la lengua de Beckenbauer. Como supondréis no se quedó calladito y estuvo toda la clase con un aire de suficiencia que daban ganas de darle una colleja (me quedé con las ganas, me pillaba en el extremo opuesto de la clase).

Siempre fui la de los comentarios graciosetes y sarcásticos en todas las clases en las que he estado, y casi saco mi lado payaso a relucir cuando se dijo que quién más y quién menos sabíamos alguna palabra suelta en alemán. Sólo para verle la cara que se le iba a quedar a la peña, me faltó muy poco para decir que sí, que sabía decir hola, adiós y Heil Hitler. Me contuve, deben de ser los años que ya pesan. Además este tipo de chistes los suelo decir tan seria que la gente se piensa que los digo en serio y, a excepción de una chica, todos me acababan de conocer y tampoco es cuestión de generar una predisposición negativa para conmigo el primer día.

Hicimos los ejercicios de conversación por parejas y a mi me tocó con un señor supermajete, aún me eché unas risas. Procuraré que me toque más veces con él, qué sentido tiene hacer o aprender algo si estás aburrido mientras tanto. La gente se toma las cosas demasiado en serio. No estábamos buscando una cura para el cáncer, estábamos aprendiendo a decir “Hola, ¿cómo estás? y “mi nombre es fulano ¿y el tuyo?” Aprender está bien pero si por encima te lo pasa pipa, pues mucho mejor, digo yo. La primera clase estuvo muy bien, os mantendré al tanto de mis progresos.
Auf Wiedersehen

lunes, 11 de enero de 2010

"El mundo después del cumpleaños" de Lionel Shriver

Los buenos ratos que he pasado leyendo esta novela, he de agradecérselos a BlackBetty. Estaba entre sus tres libros de imprescindible lectura del año 2009 y me alegro enormemente de haber confiado en su criterio.

Todo tiene una excepción, y esta novela ha sido la mía. “El mundo después del cumpleaños” cumplía todos los requisitos para que, de haber dependido exclusivamente de mi, es decir, si nadie me lo hubiera recomendado, nunca la habría leído. Para empezar, un simple vistazo a la contraportada y ver que está escrita enterita (es que no hay ningún hueco), con una letra diminuta, hubiera hecho que la descartase inmediatamente. Ya he comentado hasta la saciedad la pérdida de interés que me producen las portadas con información en demasía.

Al comenzar a leer, nos encontramos con un narrador omnisciente que expresa de forma muy detallada absolutamente todos los pensamientos de la protagonista. Otro obstáculo que sortear. Soy alérgica a las narraciones demasiado descriptivas que tienden a ralentizar la acción. Leo rápido y me gusta leer rápido, no poder hacerlo a mi ritmo habitual es algo que no va conmigo. A pesar de todos los contras que, a priori, harían de esta novela algo aburrido pera mi, la historia me atrapó tan rápido que no me di cuenta de cuándo había traspasado la barrera de las 100 páginas.

El argumento plantea un conflicto de lo más interesante. Irina y Lawrence son una pareja de norteamericanos afincados en Londres. Cada 6 de julio cenan con Ramsey Acton (un famosísimo jugador de snooker) y su mujer (que trabaja con Irina, de ahí el vínculo entre ambas parejas), con motivo del cumpleaños de Ramsey. A pesar del divorcio con su mujer, Irina y Lawrence siguen cenando con él en esa fecha. Un año, Lawrence está de viaje e insiste a Irina para que vaya igualmente a la cena. Ella no está muy por la labor ya que, cree que no tendrá nada de que hablar con él y se sentirá incómoda. Nada más lejos de la realidad, no sólo se siente cómoda, sino también atraída por Ramsey hasta el punto de querer besarlo.
A partir del instante en el que Irina ha de tomar la decisión de besarlo o no, la acción se bifurca de modo que se cuenta en capítulos alternos lo que hubiera pasado en función de si lo hubiera besado o no. Es espectacular la forma en que Lionel Shriver consigue que dos historias diametralmente opuestas, estén enlazadas de algún modo sin caer en lo obvio, con pequeños, pero importantes detalles.

A mi, leer este libro me ha dado que pensar. El mensaje que extraigo es el ver que cada decisión tiene sus consecuencias, buenas y malas, todo tiene su lado positivo y negativo y hay que aceptarlo como venga. Cuando nos vienen mal dadas, lo fácil es la autocompasión y pensar en que nos equivocamos en esto o en aquello, en lo que se pudo haber hecho y no se hizo, en lugar de pensar qué podemos hacer a partir de ahora. Y cuando las cosas van bien, lo fácil es vivir en una nube, darnos un aplauso a nosotros mismos y pensar en lo bien que hice lo otro y lo demás allá. En las decisiones importantes de la vida, hay que mantener un equilibrio, un término medio porque en cualquier momento puede haber un giro de 180 grados que te deja completamente del revés, para bien o para mal, y hay que estar preparado para todo.

Estoy de acuerdo totalmente de acuerdo con BlackBetty, es una novela de imprescindible lectura.

domingo, 10 de enero de 2010

I love 80´s


Me considero una persona directa y sin dobleces, soy lo que soy. Siempre digo que lo que se ve, es lo que hay y nada más. De hecho, me enorgullezco de ser alguien muy fácil de conocer, vamos que se me ve venir de lejos. Aún así, soy consciente de que muchas veces proyecto una imagen que no se corresponde con la realidad. Por ejemplo, si se me acaba de conocer o simplemente se me ve por la calle, puede parecer que soy muy seria, se que es porque mi cara me hace parecer así, pero para nada. Si le preguntas a cualquiera que me conozca un poco cómo soy, me apuesto una mano a que nadie dice que soy seria.

Me estoy desviando un poco de lo que en realidad quiero contar, pero era por intentar poner en antecedentes. El caso es que hay un aspecto de mí que choca bastante si no se me conoce lo suficiente: soy superfan de los años 80. No es que en mi vida diaria parezca que acabo de salir de una máquina del tiempo, pero me encantan las pelis, la música…todo. Puedo estar en una discoteca con el bajón, aburrida, apoyada en la pared mirando la hora para irme a casa y poder descalzarme, que como suene una canción ochentera, resucito y me pongo a bailar inmediatamente. Si voy en el coche y suena una canción de las típicas de los ochenta, que realmente apeste a años ochenta, instintivamente subo el volumen de la radio, la mano me va sola. El corte viene en el semáforo cuando el conductor de al lado te ve toda emocionada cantando y golpeando el volante a modo de batería. Y tampoco es que me pase la vida escuchando a grupos de los 80, creo que tengo sólo dos canciones en el iPod.

Es curioso que no me guste nada disfrazarme, ni para fiestas temáticas, ni siquiera para carnavales, pero la cosa cambia radicalmente si el tema del guateque en cuestión es los años 80. Entonces me pongo el mundo por montera y me importa muy poco que sea abril y la gente nos mire raro por la calle por ir disfrazados sin ser carnavales, o que de esa guisa me marque un bailecito a lo numerito de Mónica y Ross en una discoteca atestada de gente, porque suena “La bola de cristal”, en ese momento me da igual todo. Me lo estoy pasando genial y punto.

Podéis imaginarios mi alegría cuando me enteré que el pasado domingo echaron después de comer en la Primera Flashdance, y sin publicidad (en otro momento comentaré la conveniencia de prescindir de los ingresos por publicidad en medio de una crisis económica brutal como esta). Ya me tenéis pegada a la tele durante toda la película y eso, que ya la había visto. El argumento es bastante simple, chica humilde con un sueño lucha por conseguirlo, pero me importa muy poco, no busco culturizarme viendo una película, sino entretenerme.
Cuesta ver en Álex, la soldadora de botas anchas y abrigo tipo militar a la futura Bette Porter de The L Word, que es el paradigma de la sofisticación y el buen gusto (se me ve el plumero ¿eh?, no puedo disimular que es mi personaje favorito de la serie), pero sí, es una jovencísima Jennifer Beals.
Como ya supondréis, la banda sonora me encanta, sobretodo la canción “What a feeling” que, dicho sea de paso, ganó el Óscar y el Globo de Oro a la mejor canción. Sale dos veces durante la película es la primera y la última, por supuesto que me quedo con el número final.



jueves, 7 de enero de 2010

La locura de las rebajas



Normalmente, el 7 de enero por la mañana lo dedico a ir de tiendas, ya sabéis empiezan las rebajas y hay que buscar alguna ganga. Nunca he sido de las que pisotean, empujan y pelean por una prenda de ropa. Aunque en la mayoría de los aspectos de mi vida soy bastante nerviosa, este tipo de actividades me las tomo con la pachorra que me falta en otras cosas. Este año además, no tenía pensado ir, no me hace falta ropa (más presupuesto para libros y pelis, si no hay mal que por bien no venga) y hacer colas kilométricas no está entre mis hobbies favoritos.
Llevaba un tiempo buscando unos tenis porque los míos ya están para el arrastre, no es como ir descalza pero poco le faltaba. Aunque para el resto de la ropa no soy para nada tiquismiquis, con el calzado si que tengo que reconocer que soy bastante especialita, no me vale cualquier cosa. El caso es que el día 5, mientras mi madrina y yo estábamos de paseo, encontré unos que me encantaron en Pull and Bear y sólo quedaba un par del número 42. Me dije: “Nada, como voy a tiro fijo, me pego el madrugón el día 7, estoy de primerita, compro los tenis, me vuelvo para casa y aquí paz y después gloria”. Y así lo hice, os cuento.
En Pontevedra, hay lo que se conoce coloquialmente como “la avenida Amancio Ortega” por la colonización (no tiene otro nombre posible) del grupo Inditex en la zona, cosa que si vas con prisa, es bastante cómodo porque todas las tiendas están muy próximas entre sí. Allí me dirigí y, a medida que me acercaba, lo único que veía eran grupos de gente arremolinada en la puerta de las tiendas a la espera de que abriesen y cámaras de televisión de Localia, Televisión de Galicia (esta con entrevistadora con alcachofa incorporada) y de otra cadena que no logré identificar. ¿Nos hemos vuelto locos? Esto es Pontevedra, ciudad pequeña donde las haya, como para tanto despliegue de medios. Pues mira que hay tiendas y todas cerca las unas de las otras y los tres cámaras de televisión grabando la puerta de Pull and Bear. Me faltó el canto de un duro para mandar los tenis a la mierda, que esto es pequeño y nos conocemos todos. Me coloqué de forma que era imposible que me sacasen.
Abre la tienda y el cámara de Localia me mira como diciéndome “¿No vas a entrar, bonita?” y yo le devolví la mirada en plan “Con el frío que hace ya te cansarás y te largarás, macho”. Y así fue, entré, cogí los dichosos tenis y apenas tuve que guardar cola. De vuelta al campamento base con la satisfacción del deber cumplido.
Todas las tiendas están tan cerca, que me dije que podía echar un vistazo que podía encontrar alguna camiseta chula o algún vaquero (mi fondo de armario) que son cosas que no necesito probar y me ahorro una cola. Así que entro en Stradivarius y me pongo a mirar entre las camisetas, cuando una paisana que debía de doblarme la edad o más, me pega un empujón por adelantarse para coger una. Yo no le dije nada, me niego a ponerme a su altura y, además, como ya dije, aquí nos conocemos todos y nunca sabes con quién estás siendo borde, pero lo que me pedía el cuerpo era soltarle dos frescas:

1) Tía, esta camiseta que ahora cuesta 4,95 euros antes de ayer costaba 5,95 ¿Cómo puedes ponerte así por un cochino euro? Vale que hay crisis pero tampoco hay que perder la dignidad.
2) A donde vas con esa camiseta, alma de pollo que ya tienes una edad. Ana Obregón solo hay una.

Después de esto me fui derechita para casa, previo paso por mi refugio (mi librería favorita), allí la gente no te pega por conseguir un ejemplar. Si es que la peña ve una cartel del 50% de descuento y pierde completamente los papeles. Conseguí mis tenis y eso es lo que realmente importa.

miércoles, 6 de enero de 2010

Traca final de Navidad: los Reyes


Se que tengo 25 años y soy consciente de que ya voy teniendo una edad, pero confieso que esta noche me costó dormirme, estaba inquieta. No soy nada navideña, pero los Reyes me encantan y sigo teniendo la misma ilusión de una niña pequeña, creo que incluso más. A quién pretendemos engañar, a todo el mundo le encanta que le hagan regalos y el que diga lo contrario miente. También es divertidísima la búsqueda del regalo perfecto para los demás y la adrenalina de que es 5 de enero por la tarde y falta algo.
Además está esa intriga de qué será lo que te regalan, de si tus padres habrán pillado tus indirectas, el ver cómo se van acumulando regalos en el salón, hacer tus cábalas, todo es un ritual que hace bastante más entretenidas las Navidades. Sí, todas las Navidades, porque en mi casa somos de Reyes al 101%, que es la tradición (patria además). No necesitamos importar nada, además, como dice mi chico favorito (mi ahijado) “Papá Noel es un impostor”.

De todos modos, tengo que confesar que esto no siempre fue así. Cuando tenía 8 años le pedí por favor a mi madre que me contase la verdad porque esa noche lo pasaba fatal, incluso tenía que dormir con ella.
Siempre he sido muy miedosa y, llamadme rara si queréis, pero el pensar que tres desconocidos se iban a meter en mi casa con nocturnidad y alevosía, después de estar todo un año observándome, me producía bastante intranquilidad por mucho regalo que trajeran. Bueno ¿intranquilidad? Me cagaba de miedo con todas las letras. Pero pensémoslo detenidamente: tres tíos vigilan minuciosamente los movimientos de los niños y, cuando nadie les ve, se meten en sus casas para dejarles regalos, eso pasa cualquier otra noche del año y, en lugar de turrón y agua para los camellos, les dejamos una denuncia de tres pares de narices. Así que a todos los que me llamaban miedosa, les respondía diciendo que, en realidad, lo que soy es prudente. Siempre dando el coñazo con lo de “cuidado con los desconocidos” y cuando recelas y lo pones en práctica se ríen de ti. Como dice mi abuela eso es “hablar por no estar callado”.
A partir de aquel 5 de enero en el que mi madre, viendo lo mal que lo pasaba, me dijo la verdad, empecé a disfrutar realmente de los Reyes. No dejé de ir a la cabalgata y me seguí poniendo nerviosa la noche antes, y así, hasta hoy. Se que, cuando los tenga, me encantará ver la ilusión de mis hijos escribiendo la carta y sus caras al abrir sus regalos. Sólo espero que no sean tan miedosos y puñeteros como yo.

lunes, 4 de enero de 2010

"La sociedad literaria y el pastel de patata de Guernsey" de Mary Ann Shaffer

Paseando por los pasillos de la biblioteca y revolviendo en los estantes me encontré con “La sociedad literaria y el pastel de patata de Guernsey”, cuando lo cogí pensé automáticamente en dos cosas:

- Qué chula la portada, es puro marketing.
- Dios! Pedazo título desde luego qué poco marketing.

Para salir de dudas y decidir si lo cogía o no, como mujer de costumbres que soy, y como ya comenté en otro post, me dispuse a leer la contraportada (por si os lo preguntais, esta vez sí llevaba las gafas puestas), para ver cuál era el argumento.

Nos situamos en Londres, 1946, Juliet Ashton es una escritora en busca de inspiración para su próximo libro, cuando un día recibe una carta de un habitante de la isla de Guernsey, al que no conoce, y que tiene un libro que perteneció a Juliet con anterioridad. A partir de ahí, empezará a intercambiar correspondencia con Dawsey (que así se llama el muchacho) y con más isleños en las que le relatan la vida en el pueblo antes, durante y después de la ocupación alemana durante la II Guerra Mundial. También, cuentan cómo la casualidad les llevó a fundar la sociedad que da título al libro, así como la ayuda personal que ésta supuso para cada uno de ellos. Inmediatamente se siente fuértemente atraída por la historia de este grupo de personajes, hasta el punto de llegar a visitarlos.
La historia está relatada en forma de carta con diálogos, lo que la hace original, dinámica, amena y de fácil lectura. A mi desde luego que me convenció y su lectura me resultó muy agradable.
Se trata de la única novela de Mary Ann Shaffer, que murió en 2008. Muchas veces aparece como coautora Annie Barrows, pero es porque Mary Ann tenía la novela casi terminada cuando, debido a su delicado estado de salud, le pidió a su sobrina antes de morir que la acabase.
No puedo acabar sin citar dos frases que aparecen en el libro: "Leer buenos libros, te impide disfrutar de los malos" y "El humor es la mejor manera de hacer soportable lo insoportable". La primera porque expresa de una forma terriblemente sencilla una verdad como un templo, y la segunda porque resume a la perfección mi filosofía de vida.

viernes, 1 de enero de 2010

Propósitos de año nuevo.




Día uno de enero, después de hacer balance del año anterior, hoy toca plantearse los famosos propósitos de año nuevo.
Definitivamente fracasé con los del 2009, sólo tenía uno y no lo cumplí (ni siquiera hice el amago de intentarlo) con lo que, con un porcentaje de fracaso del 100%, creo que no hace falta que se diga nada más, los números hablan por si solos.

Dicho propósito era “aprender a andar con tacones”, como ya dije, ni lo intenté. Es que ni siquiera me calcé unos en los 365 días del año 2009. Parecerá un propósito ridículo pero, para aquellos que no me han visto andar con ellos, haré una pequeña pero ilustrativa descripción: andando con zapatos de tacón parezco Chiquito de la Calzada intentando ser sigiloso y, a la vez, aguantándose las ganas de mear, ya está, ya lo he dicho. Espero haber colaborado con vuestra imaginación y hayáis sido capaces de ponerle imagen en vuestra cabeza a semejante estampa.
En mi defensa, alegaré que la naturaleza ha sido generosa conmigo dotándome con 1,85 metros de estatura, por lo que encaramarse en esas “cosas” no supone para mí una imperiosa necesidad. Para nada me planteo subirme a unos zancos como los de Letizia, pero, no sé, un taconcito normal podría ser. O por lo menos tener la satisfacción personal de que si no lo hago es porque no quiero, no porque no sepa. No me importa confesar que soy muy (pero que muy) cabezota, por lo que este propósito queda anotado para este 2010. De todos modos, el 1 de enero de 2011, no quiero tener una estadística tan penosa, por lo que me voy a buscar otro propósito para asegurarme un 50% más benévolo con mi ego.

Hojeando el nº 559 de la revista “Mujer Hoy”, vi un artículo titulado: “Al año nuevo le pido…” una lista de propósitos en la que, además, te dan las claves para hacerlos realidad. Estupendo- me dije- escoge uno. La cosa fue así:

- Aprender a relajarme: estoy en el paro, lo que le pido al año nuevo es precisamente estrés laboral. No me sirve.
- Aprovechar más mi tiempo libre: me sobra tiempo libre, no se qué hacer con él. Siguiente.
- Dejar de fumar para siempre: nunca he fumado. Siguiente.
- Mantenerme en forma: entreno 5 días a la semana en el gimnasio, adoro el deporte. Siguiente.
- Estar más atenta a mi salud: no fumo, no bebo, dieta mediterránea, duermo bien, hago ejercicio. Me están empezando a entrar ganas de empezar a fumar, para tener algo que dejar.
- No medicarme por mi cuenta: ¿Qué clase de propósito es este?, es lo mismo que proponerte no tirarte encima de los coches para cobrar del seguro. ¿Cómo conseguir no automedicarme? Creo que es simple: no haciéndolo. Pues en la revista le dedican un señor párrafo. Siguiente. Empiezo a pensar que voy a tener que pensar mi propósito yo solita.
- Dormir todo lo que necesito: se acabó. Cierro inmediatamente la revista. Pensaré por mi misma.




Seguí tirada en el sofá viendo los saltos de esquí (para quien le interese, ganó un austriaco no se el nombre, a tanto no llego), llevaba un buen rato cuando me acordé: volver a patinar.
Siempre me encantó patinar, los primeros patines me los regalaron con 3 años, los famosos Fisher Price. Lo dejé con 13 porque un día, jugando al fútbol sobre patines (si habéis leído bien, fútbol sobre patines, con lo miedosa que soy ahora, no me lo creo ni yo), me puse a patinar hacia atrás para darle a la pelota de tacón, me caí y me di un golpe en la rodilla izquierda tan fuerte, que parecía que tenía una pelota de golf dentro, de lo hinchada que la tuve. Y justo cuando me recuperé, ese mismo verano, en una pachanga de fútbol, me hicieron una entrada un poco durilla, consecuencia: brecha muy grande en la rodilla izquierda. Tengo una cicatriz enorme. El caso es que le cogí algo de miedo, así que lo fui dejando y ahora estamos en 2010 y sigo sin patinar. Llevo unos meses pensándolo, así que no se hable más. Adjudicado el propósito de año nuevo. Eso si, antes me compraré unas rodilleras y coderas, que con 13 años las cicatrices me daban igual pero ahora no tanto.

Ya contaré mis progresos en ambos.