sábado, 27 de febrero de 2010

Mi decepción con Rosa Díez

Tenía a Rosa Díez por una persona sensata, íntegra, de principios. Una persona que no estaba de acuerdo con los líderes de su partido y se fue fundando el suyo propio, cuando lo más fácil hubiera sido callarse y seguir chupando del bote dado que estaba bastante bien posicionada en el seno de dicho partido. Una persona que cuando hablaba, merecía enormemente la pena escuchar. Se la tacha de demagoga pero, ¿qué político no lo es?
Y va la tía y suelta la perla de "gallego en el sentido peyorativo del término" para referirse al presidente del Gobierno, vale que acertada no estuvo precisamente. Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos hablado sin pensar en las consecuencias de nuestras palabras y nos hemos equivocado. Yo la primera. Por lo que, aunque poco afortunada, la situación era de fácil subsanación, con una simple rectificación o aclaración. Personalmente, me lo hubiera tomado como una mera anécdota si hubiera salido al día siguiente diciendo algo así como: "No pretendía ofender a nadie, fue una broma, pido disculpas a quién se haya sentido mal por mis palabras". Pero la mujer no sólo no se baja de la burra y no rectifica, sino que su partido, UPyD, atribuye a un complejo de inferioridad la protesta por el uso que Rosa Díez hizo de la palabra "gallego", para más exactitud, dicen que "es una muestra de intolerancia, complejo de inferioridad o perturbación nacionalista".
¿Que se está haciendo una montaña de un grano de arena? Puede ser. ¿Que se está saliendo todo de madre? Probablemente. ¿Que hay quién está a provechando la situación para hacer demagogia con el tema? Rotundamente sí. Pero esta señora y su partido, con su actitud, no están ayudando a aplacar los ánimos sino que están echando más leña al fuego. Repito que para mi, no hubiera dejado de ser algo anecdótico, un "alegre chascarrillo", si me apurais, PERO para que fuera así, tendría que haber rectificado. La habría honrado mucho más.
¿Intolerante? Pienso que no lo soy, ¿Complejo de inferioridad? nunca lo he tenido y mucho menos por ser gallega, de eso estoy más que orgullosa. ¿Nacionalista? Para nada, no es ningún secreto el que no lo soy. Y sin embargo, aunque en un principio no me sentí ofendida en demasía por la frasecita de marras, si que me siento así cuando pienso en el giro que están tomando los acontecimientos, por esa falta de sensibilidad por parte de esta gente, hacia los que sí se molestaron por sus palabras. En este tema, le voy a dar la razón al presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijoo, y voy a hacer mías las palabras que usó para contestarle: "No ofende el que quiere, sino el que puede".

lunes, 22 de febrero de 2010

Antes de morir me gustaría...

A raiz de independizarme y toda la parafernalia que eso conlleva, mucha gente me dijo algo que yo ya había pensado por mi misma: "ahora empieza tu vida". Es casi totalmente cierto, mi vida ya había empezado, obviamente, lo que pasa es que a partir de ahora llevo yo las riendas al 100%. Con esto, veo cumplido uno de mis sueños que tengo desde mi más tierna infancia, el ser independiente, depender exclusivamente de mi.
El otro día, iba por la calle totalmente absorta en mis pensamientos; ya sabeis qué clase de paranoias me vienen por la cabeza cuando estoy metida en mi mundo interior, por lo que seguro a nadie extrañará, que lo que me rondaba era que si me moría hoy me quedarían muchiiiiiiiisimas cosas por hacer. Llegaría al cielo (no es por vacilar pero, si muero hoy, voy fijo al cielo, mañana no lo se, pero hoy por hoy al paraíso de cabeza, si es que soy un cachito de pan), me recibiría San Pedro y le diría: "¿ Ya está?, ¿Esto es todo?". Lo siguiente que haría sería pedir el libro de reclamaciones. Seguro que hay por ahí algún asesino/violador/atracador de bancos etc que lo merecía más que yo.
Un pensamiento llevó al otro (no me pidais que lo que hay dentro de mi cabeciña, tenga una relación lógica, pero en este caso creo que estareis de acuerdo conmigo en que algo de sentido tiene la cosa) y empecé a enumerar lo que me gustaría hacer antes de morirme.
Habrá quién piense que son cosas razonables y habrá quién crea que son chorradas del tamaño del continente africano de grandes, pero es mi lista. Cada cuál que haga la suya, desde luego que no pienso juzgar las de los demás, faltaría más. En fin, que ahí va:
Nota: el orden en que escribo no es de prioridad, es a medida que se me iban ocurriendo.
- Viajar a Grecia: siempre he tenido debilidad por la mitología y la historia de la antigua Grecia. Pero no un crucero, llegar en avión, alquilar un coche y recorrerla enterita. Sería un viaje a mi medida, planeado exclusivamente por mi e ir como mucho con dos o tres personas escogidas, que se apuntasen, pero no más. No es un viaje planeado para grandes masas de gente.
- Tener hijos: me encantan los niños y conecto muy bien con ellos (puede que por que en el fondo sea uno de ellos) y creo sinceramente, que en un futuro, sería una buena madre. Si pudiera elegir, ahora mismo, me encantaría que uno de ellos fuera una niñita que se pareciese a mi, que a simple vista se la identificase conmigo. No por egocentrismo ni nada, a mi me llena de orgullo cada vez que me dicen que en algo me parezco a mi madre o a mi padre ( y no sólo físicamente), me hace ilusión ser tan buena como lo son mis padres, de modo que mi hija sienta lo mismo cuando se lo digan. Sería una forma de saber que lo estoy haciendo bien. Quiero ser mamá-taxi, entonces será cuando me compre un Passat (Volkswagen forever).
- Ir a Nueva York: este deseo tiene, a su vez, múltiples subdeseos, a saber. Ir al empire State Building y subirlo enterito a pie, ver en Brodway "El fantasma de la Ópera", jugar una pachanga de fútbol en el Central Park después de hacer un picnic allí. Comer un croissant delante del escaparate de Tiffaniys a modo de desayuno después de una noche de juerga, ir en ferry, hacerme una foto delante de la casa de Carrie Bradshaw y de los edificios donde se supone que vivían los chicos de Friends, ir de tiendas por la quinta avenida, pasear por el Soho.
- Conseguir leer "La Regenta": la he empezado en múltiples ocasiones y otras tantas la he dejado. Mira que soy constante, cabezota, tengo fuerza de voluntad y me encanta leer, pero no hay manera. ¡Es mi Everest!
- Ver un amanecer y un atardecer en Stonehenge:





- Hacer con mi hermana un viaje que comprenda: Los Ángeles, San Francisco y Las Vegas: todos los años participamos en el sorteo de la revista fotogramas y nunca toca, pero nos gustaría sacarnos esa espinita. ¡Ah! y dentro de ese viaje imprescindible el hacer la visita guiada por los Estudios Universal, la del trenecito, ya sabeis, la de los superguiris.

-Poder decir que me he dado un baño en todos los océanos del planeta: llevo uno, quedan cuatro aunque el caso del Antártico (o Ártico, siempre me equivoco) lo doy por bueno con meter el pie, tampoco es cuestión de morir en el intento.

- No equivocarme entre Ártico y Antártico (este también se llama Austral, lo acabo de comprobar) y entre estalagmitas y estalactitas.

- Correr un Marathon: no hace falta ganarlo, ni quedar entre los 100 primeros, quiero simplemente acabarlo. Soy muy competitiva, sobretodo en lo que a deportes se refiere, pero no idiota, se cuáles son mis limitaciones. Aunque lo que de verdad me gustaría sería emular a Filípides (soldado griego, quien en el año 490 a. C. murió de fatiga tras haber corrido unos 40 km desde Marathon hasta Atenas para anunciar la victoria sobre el ejército persa), podría aprovechar el viaje a Grecia y matar dos pájaros de un tiro.

- Correr un triatlón: me parece una disciplina deportiva durísima, pone el cuerpo humano totalmente a prueba, Debe de molar eso de ponerse delante de alguien y decir: "Es que corro triatlones, ¿sabes?", siento profunda admiración por la gente que lo consigue (por el que hace triatlones, no el que vacila).

- Tener nietos para malcriarlos y llevarlos de excursión.

Esto sólo es la punta del iceberg, seguro que en algún momento se me ocurre alguna cosilla más. Por lo tanto no es tan descabellado cuando digo que procuro cuidar mi cuerpo porque sólo tengo uno, quiero llegar a los 100 años y el conseguirlo es una carrera de fondo, hay que empezar de joven. No es por coquetería, es porque de verdad necesito el tiempo para hacer tantas cosas.

viernes, 19 de febrero de 2010

Situaciones absurdas de mi vida cotidiana. Capítulo II: Las conversaciones de ascensor.

De todas las situaciones en las que el silencio se hace insoportable, las conversaciones de ascensor se llevan la palma. Máxime cuando no vives en el primero o el segundo y el tema "tiempo atmosférico" se agota enseguida. Yo antes no lo pasaba bien hasta que un buen día, hace un par de años una bombilla se encendió en mi cabeza y pensé: "La otra persona está tan incómoda o más que tú" y desde ese momento no sólo no lo veo como una situación embarazosa, sino que me parece incluso divertida.
Si, lo reconozco soy un poquito mala cuando se dan este tipo de situaciones y la persona en cuestión con la que comparto el silencio incómodo y un espacio físico reducido, no me cae bien.
Y como ya comenté anteriormente, el silencio perturba al personal que termina diciendo una gran cantidad de tonterías y estupideces de la más diversa índole con tal de llenarlos y eso, amigos míos, da como resultado un periodo de tiempo entre 20 segundos y tres minutos (depende de si hay que esperar el ascensor y lo que éste tarde en llegar), en el que uno se lo puede pasar francamente bien. Condición imprescindible para que esto pase: tu "compañero de silencio" te tiene que caer mal, si te cae bien no tiene sentido hacerle pasar un ratillo un tanto desagradable. De todos modos, no es algo difícil de conseguir, todo el mundo tiene un vecino al que no puede ver en pintura pero con el que se mantiene la educación. Este es mi caso:
Bueno, pongámonos en antecedentes: mis padres viven desde hace 21 años en el mismo piso, por lo que la gran mayoría de mis vecinos me han visto literalmente crecer, me conocieron cuando no llegaba a pulsar los botones del ascensor (quedarse con este dato de que me vieron crecer, ahora puede no parecerlo pero es de gran importancia). Y sí, en mi edificio hay una vecina, que llamaremos V. P. (de Vecina Plasta), a la que nadie puede ver. Hasta tal punto de que a sus espaldas la ponen verde incluso las que ella cree sus aliadas. Voy a narrar el supuesto más largo, es decir, entramos juntas en el portal, el ascensor tarda un montón en llegar y, encima, todavía falta el propio viaje en ascensor. La forma de proceder, es muy simple: ceñirse EXCLUSIVAMENTE a lo marcado por las normas de educación.
Nota: Una vez más, las frases en azul es lo que pienso pero no digo (ya sabeis, tengo cierto autocontrol que una ya tiene años como para gastar de eso).
Nota 2: Estas conversaciones de ascensor son RIGUROSAMENTE REALES.
Estoy entrando en el portal y cuando estoy girando las llaves me doy cuenta de que la tengo detrás: Mierda! por qué no me entretendría más en casa de la abuela, un achuchoncito más y me habría dado tiempo a llegar a las escaleras y no coincidir con ella. Pues nada, como no lo puedo evitar, habrá que hacer algo para que la cosa sea más... llevadera. Que empiece la función. Esto pinta bien, si hasta llevo las gafas puestas (otro dato importante).
- V. P: Hola
- María_MC: ¿Qué hay? (Una media sonrisilla de compromiso y un leve, casi imperceptible levantamiento de ceja acompañan este saludo tan "efusivo").
- V. P: ... (debe de estar buscando tema).
-María_MC: ... Vas de lado si piensas que voy a sacar yo tema. Puedo tirarme así horas.
-V. P: Pues parece que va a llover.
- María_MC: Parece que si. ¡Ale! tema-tiempo cortado de raiz, a ver cómo te las apañas, bonita.
Me mira y yo no sólo no rehullo la mirada, si no que la devuelvo fija, sin pestañear.
-V.P: ¿Te han puesto gafas?
-María_MC: Ya tardaba en salir el temita de las gafas, esto ya lo he vivido. Menudo planchazo te vas a pegar. Si
-V.P: ¿Hace mucho?
-María_MC: Pues.... (finjo que hago cálculos, para que parezca que cuento meses, ya se sabe como es tan "reciente" aún no me he acostumbrado a que las llevo) 21 años.
-V.P: ¡¡¡¡¡¿Tanto?!!!!!
-María_MC: Desde los cuatro años y tengo 25. Eche cuentas señora, que seguro que le cuadran.
Llega el ascensor, V.P. debe de pensar algo así como: "pero qué sosa es esta niña, por Dios, no colabora". Yo mientras tanto, me estoy frotando las manos. La forma de actuar de esta mujer es de manual y quedan 2 temas habituales por tocar, esto todavía da algo de si.
La entrada en el ascensor, es un momento clave. Me explico, soy muy alta pero suelo caminar algo encorvada, motivo por el cuál siempre me están machacando con eso de que tengo que andar derecha. Pues ¡ale! voy a elegir este preciso instante para empezar. Así que en el metro y medio cuadrado de superficie del ascensor voy a mostrar todos y cada uno de mis 185 centímetros en todo su esplendor y la mirada fija-imperturbable, como la de antes, la voy a lanzar desde las alturas, que impresiona más, mientras me cruzo de brazos, parece tal cual que como tosa un poco alto, le zurro.. Podría apoyar la espalda en la pared pero no, hoy justo hoy, me apetece ir con la espalda recta.
-V. P: ¿Cómo va la carrera?
- María_MC: Acabada. Y ahora es cuando por enéeeeeeesima vez me vas a preguntar lo que he estudiado. Evitarías estas situaciones si prestases un poco de atención en alguna de las 247.985 veces anteriores que me lo has preguntado, pero no hay tu tía, va a haber una 247.986, lo percibo.
- V. P: ¿Si?...... Venga, dilo, dilo.... ¿Y qué estudiaste? Como si te hubiera parido.
-María_MC: Ingeniería Química (En santiago)
-V. P: Y, ¿dónde se estudia eso? (El "eso" lo dice con un desprecio que no os lo podeis ni imaginar, de verdad. Como si fuera la mayor mierda del mundo, así que en ese momento ampliamos la estrategia: pasamos de la mera educación a mera educación+chulería).
-María_MC: En Santiago (5 años)
-V. P: Y eso, ¿es una carrera de tres años? Qué bien me tengo la lección aprendida.
-María_MC: La hay de tres años, pero yo hice la superior (pone cara de no saber muy bien de qué va el rollo). La carrera ("Eso", como usted lo llama) que yo hice, es de 5 años. Soy licenciada.
Lo se, lo se, lo se. Me estoy poniendo de un pedante que da asco. No giro la cara porque no soy capaz de mirarme al espejo del ascensor de la vergüenza que siento de mi misma, pero es el único lenguaje que esta mujer entiende, ya sabeis el "tú esto, pues yo más". Yo no puse las reglas de "nuestra relación", me limito a jugar según ellas.
Entonces llega el momento de apertura de la puerta y cada una por su lado hasta la próxima. Se podría pensar que ya no hay cabida para más estupidez, pero si. ¡qué le vamos a hacer! a esta paisana le va lo del más difícil todavía.
-María_MC: Hasta luego
- V.P: Adiós ........ (Venga no me falles ahora, dilo) y, ¡para ya de crecer! (Bingo)
-María_MC: Descuide. (Me giro y me largo, no vaya a ser el demonio y se le de por sacar otro tema. Con esta gente nunca se sabe)
Y en ese momento lo que me pide el cuerpo es soltarle el siguiente discurso que tengo preparado desde hace años porque esta situación ya está muy dilatada en el tiempo: "Señora, tengo 25 años, como ya le comenté hace escasos 2 minutos. Debo de llevar algo así como 8 años sin crecer ni un sólo centímetro, un periodo de tiempo relativamente largo (aunque no tanto como el que llevo con las gafas) como para que usted lo percibiera. El que yo siguiera creciendo, constituiría todo un milagro médico, científicos de todo el mundo vendrían a ésta, nuestra comunidad, para estudiar mi caso. ¿Por qué no piensa antes de hablar? o mejor aún, ¿por qué simplemente no cambia las preguntas o directamente se calla? Parece usted un disco rayado y, sinceramente, a mi ya me aburre".
No lo hago por educación, porque esa señora podría ser alguien entre mi madre y mi abuela y, básicamente, me parece una total pérdida de tiempo el tener una discusión por eso. Además, todavía no me he aburrido del todo. La carita que pone mientras busca un tema de conversación para llenar el silencio a la vez que se dice a si misma "Piensa, V. P., piensa", me puede. Es algo así como el principio de acción-reacción: carita de "Qué-silencio-qué-agobio" implica automáticamente el que yo ponga mi maquinaria a funcionar.

lunes, 15 de febrero de 2010

La importancia de la estética sobre cuatro ruedas

Tengo a "alguien" muy importante que presentar. "Alguien" con el que espero compartir muchos momentos en los próximos años de mi vida: mi nuevo y flamante coche. Voilá, este es mi pequeño.



Apenas tengo recuerdos de mi abuelo paterno, es lógico teniendo en cuenta que murió cuando yo tenía cinco añitos, ahora bien, los que tengo son muy nítidos. Recuerdo que los viernes siempre íbamos todos a cenar a casa de mis abuelos, yo salía del colegio, mis padres me dejaban en su oficina y ya se encargaba él de llevarme. Jugaba por allí mientras no cerraba, me llevaba al estanco de al lado y me compraba caramelos. A pesar de lo pequeña que era, siempre pedía los mismos que él, unos mentolados que picaban un montón, pero me daba igual: si eran buenos para él, lo eran para mi y no había vuelta de hoja.
Una vez cerraba, me montaba con él en el coche (delante y sin sillita adaptada, eran otros tiempos y no estaba prohibido) y nunca íbamos directamente a su casa: siempre había una pequeña excursión previa. Durante todo el trayecto, yo llevaba apoyada mi manito en la palanca de marchas y él, para cambiarlas, lo hacía poniendo su mano sobre la mía. Cuando llegábamos a casa, decía a todos que le había ayudado a llevar el coche y que metía muy bien las marchas, en ese momento yo creo que crecía dos palmos del orgullo. Yo lo achaco a esos momentos, pero desde que tengo uso de razón, siempre he querido conducir y desde que lo puedo hacer es algo que me encanta y me relaja. El día que me saqué el carnet, fue uno de los más importantes de mi vida, el día que conduje sola por primera vez también, y ahora que tengo mi primer coche para mi solita, no quepo en mi de gozo.
Por su escasez, guardo como oro en paño todo lo que mi memoria alcanza a recordar de mi abuelo. Algo tan cotidiano como el hecho de llevar mi propio coche, tiene para mi una especial relevancia, y no puedo evitar pensar en que me habría gustado que los papeles se intercambiasen y ser yo la que le llevase de excursión a él. Eso si, ni siquiera a él le dejaría fumar dentro.
El caso es que aunque me gusta todo lo relacionado con el manejo del coche, no tengo ni idea sobre ellos. No se cuál es mejor o peor, sólo se decir cuál me gusta y cual no, estéticamente hablando. Por lo que para decidirme entre uno u otro, solicité la inestimable colaboración de mi padre, de modo que él se encargaría de la parte mecánica y yo, de la parte estética. Es decir, se puede llevar un cochazo, pero hay tener en cuenta cómo te ves tú dentro de él.
Para explicarlo, un ejemplo. En California donde todo es sol radiante y calor, un descapotable puede tener sentido. Pero en Galicia donde la lluvia no da tregua (muchas veces ni en verano) y, por lo tanto no es una compra práctica, si ves a alguien que podría ser tu padre conduciendo uno con un sólo brazo y el otro apoyado en la ventanilla, no piensas "cómo mola ese tío", automáticamente te vienen cuatro palabras a la mente: crisis de los cincuenta. Y soy consciente de que habrá quién me tache de frívola, pero esto es así. Cuando la mayoría de la gente ve un coche, no piensa en los caballos que pueda o no tener, piensa "qué bonito" o "qué feo". Del mismo modo que nos probamos 10 pantalones, camisetas, americanas... diferentes, todas ellas de la misma calidad para ver cuál nos sienta mejor, el coche podría considerarse "un complemento más". Ya de tener que comprarlo, lo primero es que sea bueno y duradero, por supuesto, pero tampoco está de más que "nos quede bien".
De este modo, aunque me gustan los coches en plan monovolumen, soy consciente de que soy una chica de 25 años soltera. Ese tipo de vehículo lo dejo para cuando sea mamá-taxi y tenga que meter sillitas adaptadas.
Mido 1,85 por lo que un Ford Ka o un Twingo, aunque también me gustan, no es una opción si pretendo en algún momento llevar a gente, echaría el asiento hacia detrás de tal forma que no sería factible llevar a nadie en el asiento tras el conductor. Os aseguro que con el mío, hice la prueba usando a mi padre que sólo mide tres dedos menos que yo, así que la di por válida.
El vehículo elegido, un Volkswagen Polo United, es un buen coche (esto me lo dijeron y me fío, repito que no tengo ni idea de coches), que espero que me dure (no es un movil, no pretendo cambiarlo cada dos años) y, creo sinceramente, que es un coche "que me pega". A nadie le extrañará ver bajar de él a alguien como yo.
Ya le he hecho algo así como 150 kilómetros en día y medio y una tarrina de 10 CDs recién grabados ya descansa en la guantera (no hay como conducir con música). He de decir, que se conduce sólo, una auténtica gozada.
El único "pero" para que mi felicidad, en cuanto al coche se refiere, fuera completa, es que me habría encantado llevar a mi abuelo a dar una vuelta, antes de ir a cenar a su casa los viernes.

jueves, 11 de febrero de 2010

Carta del Ministerio de Trabajo e Inmigración

El viernes de la semana pasada, cuando llegué a Pontevedra a pasar el fin de semana y ya llevaba un rato pululando a lo largo y ancho por casa, va mi padre y me dice: "Te ha llegado una carta del Ministerio de Trabajo, la abrimos por si era algo importante, te la dejé encima de tu mesa".
A mi se me paró el marcapasos directamente, me quedé como un pasmarote clavada en el sitio, "firmé un contrato, soy una trabajadora totalmente legal", recuerdo que pensé. Algo de sangre al cerebro me llegó a pesar de que se me heló después de la intervención paterna, y acerté a preguntar que qué decía. Mi padre ni se giró para hablar me dijo, "mejor léela tú misma". Pues a mi mesa que me fui y me encontré con una carta firmada por el mismísimo Celestino Corbacho Chaves (firma impresa, ¿eh? no nos vayamos a flipar), flamante ministro de Trabajo dándome la bienvenida a la Seguridad Social y recordándome que ésta es una pieza fundamental en el funcionamiento nuestro Estado del bienestar y que en mi condición de afiliada tengo una serie de derechos y obligaciones y bla, bla, bla.
Lo primero de todo, fue sentir un enorme ridículo por las cosas que se me pasaron por la cabeza en el trayecto cocina-dormitorio que me niego a reproducir aquí, porque son chorradas demasiado grandes hasta para mi. En segundo lugar, el Ministro, se dirigió a mi (y supongo que a todos, era una carta modelo) como "querida amiga". Como diría mi abuela: "¿En qué taberna cominos ti e mais eu xuntos?", Celestino (tú has abierto la veda, tengo todo el derecho a dirigirme a ti así), ¿acaso me conoces de algo? ¿somos colegas? ¿me has visto la cara alguna vez en tu vida? ninguna respuesta afirmativa así que si no te importa para ti, soy"Estimada Señorita", que ya tenemos una edad y hay que aprender a mantener las formas y usar eso que se llama fórmulas de cortesía.
Y para acabar, en tiempos de crisis y de austeridad, ¿gastamos tiempo, esfuerzo, papel (que no era reciclado, por cierto), sobres y tinta en semejante chorrada? De verdad que me pregunto si del dinero público , se le está pagando a alguien por este tipo de funciones. Dinero que sale, entre otras cosas, de mis impuestos. Si, ese dinerete tan majo que me vais a sacar de mi nómina todos los meses como condición de afiliada a la Seguridad Social pieza fundamental de nuestro Estado de bienestar (es que me encantó esa frase de la carta, ahora la repito con bastante frecuencia).
Tras un discurso cargado de demagogia barata similar a este que escribo ahora, y que di allí mismo, en mi habitación, va mi única espectadora, mi hermana, esa persona que siempre mantiene los pies en la tierra, la voz de la razón y me dice: "¿Tú has visto los datos del paro? ¿Cuántas cartas como esta crees que envían al día?, tampoco es tanto dinero". Touché, tocada y hundida.
Con qué sencillez y economía de palabras, mi hermanita pequeña me abrió los ojos y me dejó planchada, dicho sea de paso. Soy una persona afortunada por tener a alguién como ella, hace que vea las cosas con perspectiva y mantenga los pies en la tierra.
Por cierto que aún no cambiaron el modelo de carta y me venía que tengo derecho a pensión de jubilación a partir de los 65 y no de los 67: Hay que actualizar Tinín (ya que por lo visto somos amigos me voy a tomar la licencia de darte un apelativo cariñoso), que a ver si se me da por guardar la cartita y luego a mi flores, reclamo jubilación a los 65, que lo tengo por escrito.

martes, 9 de febrero de 2010

Crónica de una forastera en Orense. Capítulo II: ¡Dios! qué frío hace en esta ciudad



Dicen que el frío es psicológico. Y una mierda psicológico. Si así fuera, yo desde luego que no lo sentiría, porque mira que me he intentado mentalizar desde que supe que tenía que venir para aquí, he invocado el pensamiento positivo e incluso para creérmelo más, he estado a punto de ir a trabajar en camiseta de tiras, pero nada. Tengo frío y no hay vuelta de hoja. A lo que si he llegado es a la conclusión de que tener una sensación térmica baja, probablemente mezclado con estar recién levantada, hace que tenga pensamientos.... un tanto peculiares, vamos a decir. Delirios no, pero andamos ahí, ahí.
Como se dice en el libro "Alicia en el país de las maravillas", empecemos por el principio y acabemos por el final.

Suena el despertador, saco la mano de debajo de las mantas (para ser concreto, sábanas, manta, edredón, otra manta doblada a la mitad y otra mánta fina más) para apagarlo y ya noto desde el minuto uno de la jornada que estoy en Ourense. Me siento unos segundos para intentar espabilarme y no caerme redonda al ponerme de pie, y mis ojos se dirigen a mis pies, los cuales están cubiertos por las pantuflas a juego con el pijama. Entoces mi mente retrocede al momento en el que fui a Valença do Minho, Portugal, y me compré la susodicha prenda. Allí, recuerdo que pensé: "Estos portugueses desde luego qué faltos de glamour están, dormir con calcetines. Habráse visto". Faltos de glamour no, prácticos, visionarios voy a ir más allá y decir que son genios. Claro, yo vivía muy cómoda en las Rías Bajas con ese clima oceánico, suave y agradable donde los haya, allí era fácil reírse de las ocurrencias de los habitantes del país vecino. No me había parado a pensar en lo afortunada que era climatológicamente hablando, ahora lo aprecio.
Me calzo mis zapatillas de andar por casa (con borreguillo por dentro), salgo al pasillo y me dirijo al baño, por el camino voy pensando que no me ducho, que lo hice ayer en el gimnasio. Con desodorante me apaño, ni de coña me desnudo yo ahora y espero pacientemente a que se regule el agua caliente. Afortunadamente el pasillo es largo y cuando llego al baño estoy un poco más lúcida y me digo a mi misma que me he bañado en la playa en marzo, y en agosto a las 8 y media de la mañana y a las 10 y pico de la noche, cuando ya ha oscurecido, soy toda una chicarrona del norte así que derechita a ducharse y sin rechistar.
Una vez duchada, vestida y habiendo desayunado, salgo a la calle, el frío me golpea en la cara. Pensamiento positivo, me digo, esto va fenomenal para la piel. Los 900 metros que separan mi casa del trabajo son una sucesión de pensamientos totalmente absurdos, pero no lo puedo evitar, es lo que se me viene a la cabeza en esos momentos, algunos ejemplos son los que siguen:
- Madre del amor hermoso! qué dolor tengo en los dedos de las manos, yo creo que van a tener que amputar. Pues menuda gracia, sin dedos no puedo teclear en el ordenador. ¿Me darán una baja permanente por esto? Buff, acabo de empezar no va a caer nada bien una baja y menos de ese tipo.
- La peña de los países nórdicos o Rusia, beben Vodka como si fuera agua sólo para entrar en calor. Lo mismo si me tomo un lingotazo o un carajillo, ahorro tiempo y esfuerzo. Aunque claro, no bebo nunca ni gota de alcohol. Mi cuerpo no está acostumbrado, me emborracho fijo y tampoco es plan de llegar haciendo "eses" y vomitando a trabajar.
-No paro de temblar, me voy a tener que estampar una camiseta que diga: "Tengo frío, no Parkinson".
Sí, se que son estupideces como un piano de grandes, pero es lo que me viene a la cabeza cuando tengo frío y estoy recién levantada. Además, a todo el mundo le vienen en algún momento del día a la cabeza chorradas de este tipo, lo que pasa es que no dejan constancia por escrito como estoy haciendo yo. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Como hay que verle el lado positivo a todo (yo desde luego que no lo suelo hacer, pero voy a intentar cambiar), le he encontrado dos:
1) El frío va genial para la piel. Ramoncín se lava la cara todos los días con agua helada y Sofía Mazagatos metía la cabeza en el congelador cinco minutos (obviamente, lo de Ramoncín no se debe sólo al frío, alguna ayuda quirúrgica hay). Pues gracias a vivir aquí, voy a tener frío en la cara sin necesidad de hacer el gilipollas como la Mazagatos.
2) El estar tiritando continuamente hace el mismo efecto que las cosas esas que anuncian en la teletienda que dan descargas, contraes los músculos y es como si hiciera abdominales. Voy a conseguir la tableta de chocolate antes de lo que había calculado.
Para los que no lo sepan, Ourense es tierra de contrastes climatológicos y, en verano, se convierte en la sartén de Galicia y el calor se vuelve insoportable, por lo que no será de extrañar si en junio edito una entrada que sea: Crónica de una forastera en Orense. Capítulo xxx: ¡Dios! que calor hace en esta ciudad.

domingo, 7 de febrero de 2010

Situaciones absurdas de mi vida cotidiana I.

El silencio está infravalorado. Esto es una máxima que me viene a la cabeza un par de veces por semana, por lo menos. El que lo diga yo, puede sonar absurdo teniendo en cuenta que soy una persona muy habladora. Pero, también es verdad que soy mujer de contrastes y paso rápidamente de la conversación más fluida, al más absoluto de los silencios, y no es que me pase nada, simplemente no tengo nada que decir, me gusta disfrutar de la calma.
Creo sinceramente que el sonido del silencio puede llegar a ser ensordecedor y que muchas veces una mirada puede decir, incomodar o herir más que una buena retahíla de palabras. Y ¡Vaya si el silencio incomoda! Puede llegar a ser insoportable.

El refranero español, rico y prolífico donde los haya, dice “Eres esclavo de tus palabras y dueño de tus silencios”: una verdad como un templo. Pero tendemos a no apreciar el buen hacer de la sabiduría popular, lo que da lugar a situaciones de lo más absurdas que se evitarían simplemente cerrando el pico de vez en cuando, me explico. Cuando no hay confianza con la persona con la que se está compartiendo espacio, el llenar los temidos silencios puede ser algo realmente agotador y llegar a rayar la ridiculez. Yo personalmente, lo intento una vez, dos como mucho y, si la persona en cuestión no ayuda a reducir el nivel de incomodo, me afeito para arriba y paso, me meto en mi mundo y, una vez allí, ya no hay vuelta atrás, no me sacan ni con agua caliente.

Existe una serie de situaciones estúpidas que suceden a menudo en mi vida y las que de verdad pienso lo de “calladito estás más guapo/a”. Hoy voy a hablar de una de ellas, pero hay más que se comentarán a su debido tiempo.

Nota: las frases en azul es lo que pienso pero no digo, se que soy una borde pero algo de autocontrol tengo escondido por ahí.

Situación 1:

Esta suele suceder con la gente más próxima a ti. Tengo un momento de esos de “quiero-estar-en-silencio-pero-no-me-pasa-nada”, simplemente quiero ver la tele o leer y no quiero decir nada o no tengo nada que decir. Entonces SIEMPRE, aparece alguien a tocarte las narices y se repite siempre la misma historia:

Se sienta a tu lado y te mira, le/la miras pero sólo saludas y no dices nada más, a pesar de conocerme, no coge la indirecta del silencio:

- ¿Te pasa algo?
- No
- ¿De verdad?
- No, de verdad. Voy a mantener la vista fija en el libro o en la tele a ver si capta que no quiero hablar.
- Pues algo te tiene que pasar porque estás muy callada.
- No, de verdad que no. Es que estoy cansada. Voy a dar un motivo aunque sea falso, si doy cierta información lo mismo se sacia su curiosidad y me deja en paz. Al mismo tiempo miro a la persona y le dedico una media sonrisa conciliadora para que vea que estoy de buen rollo.
- Pues hace diez minutos estabas muy habladora, así que te tiene que pasar algo.
-¿Qué parte de “no” es la que no has entendido? Ya, bueno hace diez minutos era hace diez minutos.
- ¿Sabes que si te pasa algo puedes contármelo verdad?
- El vaso se está colmando, el vaso se está colmando… Ya se que puedo contar contigo pero de verdad que no pasa nada, sólo me apetece estar en silencio.
-Si no me lo quieres decir, no me lo digas pero a ti te pasa algo. Se colmó.

- NO ME PASA NADA, SIMPLEMENTE ME APETECE LEER TRANQUILA UN RATO Y CON TUS PREGUNTITAS NO ME DEJAS. AHORA MISMO EL ÚNICO PROBLEMA QUE TENGO ERES TÚ.
- Eres una borde! Tampoco hacía falta ponerse así, por encima de que me intereso por ti vas y así me lo pagas.

La persona se levanta echa un basilisco y se marcha con una gran teatralidad, puede que incluso de un portazo para dar más dramatismo a la situación. Se podría pensar que ahora puedes disfrutar del silencio, pero no. Ya se ha fastidiado tu plan de tranquilidad absoluta.


miércoles, 3 de febrero de 2010

Crónica de una forastera en Orense. Capítulo I: El primer día en el trabajo

Lunes 1 de febrero. Empiezo una etapa nueva, un punto y a parte en mi vida que requirió de una serie de preparativos al margen del traslado: la estética del primer día de curro. Puede parecer frívolo, pero sólo hay una primera impresión y ya que esta gente me paga, me conviene quedar bien.

No es tan fácil, hay que ir lo que comnunmente se llama "arreglada pero informal", me explico. Hay que ir arreglada pero sin pasarse, no puede parecer que que le das una importancia excesiva a tu apariencia. Hay que ir cómoda pero tampoco puede parecer que vas a trabajar al salón de tu casa y que sólo te falten las pantuflas. Yo tengo suerte en ese aspecto, no lo sabía pero una persona que me asesora en estos temas me dijo un día: "María, ese estilo sport casual que te gastas es el ideal para el tipo de trabajo que desempeñarías", así que lo único "anormal" que hice fue dejar los tenis aparcados en el armario hasta nuevo aviso, es decir, hasta cerciorarme de que los podía llevar sin problemas. He de decir que ese día fue ayer (y hoy también, ya puestos 2x1), teníais que ver con qué carita me estaban mirando desde el armario y cuando les dije "venga chicos, hoy os toca" me hicieron un recibimiento incríble cuidando de mis pies y velando por su comodidad.


Una vez leí en algún lado que una actriz (ahora no recuerdo quién), cuando preparaba un papel, le buscaba una fragancia al personaje y le ayudaba a meterse en el papel el echarse el perfume que escogía. Como yo no voy a ser menos, decidí cambiar mi colonia de diario para ayudarme a "meterme en mi papel de asalariada orensana". No voy a decir cuál es porque la misma persona que me dijo lo del sport-casual, también me dijo que nunca se dice la colonia que usas, sólo diré que es una de las fragancias de una marca deportiva (se admiten apuestas, abstenerse los que me conocen en persona y lo saben).


Pues ya tenemos modelito y colonia nueva, esto marcha. Llegado el momento me levanto a las 7 de la mañana y cuando voy a salir de casa veo que es de noche ¡no han puesto la calle!, no lo sabía pero es que en mi vida he ido por la calle a semejante hora (me refiero saliente de casa, entrante más de una, pero eso no cuenta, las circustancias son completamente diferentes). Todavía no soy persona pero, como mujer previsora vale por dos, me había dejado una canción preparada en el iPod de esas para dar energía, a saber:







Vale que no es la mejor canción del mundo pero tengo un par de estas de "chunda-chunda" para estos casos de "hay que espabilar de una vez". Al lío que me desvío, allí me planto y me recibe el jefe, me da mi e-mail de la empresa y ya me "traspasa" a la responsable del equipo al que me incorporo, la cual me da una visita guiada por toda la oficina y me presenta a todos los miembros de todos los equipos. Eran un mogollón de gente, sólo me quedé con el nombre de los jefes (son los importantes) y con los del resto del equipo al que pertenezco, el resto me los voy aprendiendo poco a poco, sobretodo en la hora del café. He de decir, que son todos encantadores, se prestan a ayudarte ciempre con una sonrisa, entienden que los primeros días tengas preguntas y contestan siempre de forma muy agradable. Además te integran casi al instante, en grupos de café, de comidas e incluso en salidas al margen del trabajo.

Mola un montón tener mi propia mesa, mi propio ordenador (nuevecito que vi con mis propios ojos cómo me lo instalaban,) mi perfil de usuario y en un mes, con un poco de suerte, mis propios vales de comida. Hasta ahora siempre usaba la mesa y el ordenador que en ese momento no estaban ocupados, nunca había tenido mi propio espacio.

Resumiendo el tema oficina, que tengo un montonazo de expedientes pendientes encima de la mesa que me están esperando pacientemente a que les meta mano mañana por la mañana, que las horas que estoy en la oficina (las que me corresponden y alguna que otra extra) no paro de trabajar pero que me encanta y el tiempo me pasa volando. Es para lo que he estudiado tantos años, y me doy cuenta que aunque prácticamente escogí la carrera no al azar, pero casi , no me equivoqué con ella. Tuve suerte y acerté.

Se que ahora todo es nuevo y tengo la ilusión intacta pero quiero disfrutarlo hasta que empiece a quemarme o hasta que se me acabe el contrato, lo que suceda antes.

Continuará en próximos capítulos...

martes, 2 de febrero de 2010

Molida pero contenta como unas castañuelas

Gente! se que no actualizo desde el sábado, pero no veais el ritmo de vida que me he gastado estos dos días de curro (ya hice horas extras y todo). El jueves disfruto de una de mis tres tardes libres y, tras hacer un poco de turismo por Ourense adelante, publicaré una entrada con un resumen de mi primera semana de asalariada independiente. Aunque si no estoy muy cansada, mañana lo mismo fuerzo y lo hago, más o menos tengo pensado lo que voy a escribir.
Después del día de hoy, llegué a la conclusión que la tarde de turismo urge y bastante: es patético pero sólo se ir al trabajo y creía que al gimnasio, pero hoy iba tan ensimismada que me pasé dos calles sin darme cuenta, vamos que me perdí, y tuve que preguntar a dos amables transeuntes por la calle en la que está ubicada "mi nuevo lugar antiestrés".
En fin, parroquia que el jueves os cuento mientra tanto procuraré leeros y comentaros a vosotros.