sábado, 27 de febrero de 2010
Mi decepción con Rosa Díez
lunes, 22 de febrero de 2010
Antes de morir me gustaría...
- Hacer con mi hermana un viaje que comprenda: Los Ángeles, San Francisco y Las Vegas: todos los años participamos en el sorteo de la revista fotogramas y nunca toca, pero nos gustaría sacarnos esa espinita. ¡Ah! y dentro de ese viaje imprescindible el hacer la visita guiada por los Estudios Universal, la del trenecito, ya sabeis, la de los superguiris.
-Poder decir que me he dado un baño en todos los océanos del planeta: llevo uno, quedan cuatro aunque el caso del Antártico (o Ártico, siempre me equivoco) lo doy por bueno con meter el pie, tampoco es cuestión de morir en el intento.
- No equivocarme entre Ártico y Antártico (este también se llama Austral, lo acabo de comprobar) y entre estalagmitas y estalactitas.
- Correr un Marathon: no hace falta ganarlo, ni quedar entre los 100 primeros, quiero simplemente acabarlo. Soy muy competitiva, sobretodo en lo que a deportes se refiere, pero no idiota, se cuáles son mis limitaciones. Aunque lo que de verdad me gustaría sería emular a Filípides (soldado griego, quien en el año 490 a. C. murió de fatiga tras haber corrido unos 40 km desde Marathon hasta Atenas para anunciar la victoria sobre el ejército persa), podría aprovechar el viaje a Grecia y matar dos pájaros de un tiro.
- Correr un triatlón: me parece una disciplina deportiva durísima, pone el cuerpo humano totalmente a prueba, Debe de molar eso de ponerse delante de alguien y decir: "Es que corro triatlones, ¿sabes?", siento profunda admiración por la gente que lo consigue (por el que hace triatlones, no el que vacila).
- Tener nietos para malcriarlos y llevarlos de excursión.
Esto sólo es la punta del iceberg, seguro que en algún momento se me ocurre alguna cosilla más. Por lo tanto no es tan descabellado cuando digo que procuro cuidar mi cuerpo porque sólo tengo uno, quiero llegar a los 100 años y el conseguirlo es una carrera de fondo, hay que empezar de joven. No es por coquetería, es porque de verdad necesito el tiempo para hacer tantas cosas.
viernes, 19 de febrero de 2010
Situaciones absurdas de mi vida cotidiana. Capítulo II: Las conversaciones de ascensor.
lunes, 15 de febrero de 2010
La importancia de la estética sobre cuatro ruedas
Apenas tengo recuerdos de mi abuelo paterno, es lógico teniendo en cuenta que murió cuando yo tenía cinco añitos, ahora bien, los que tengo son muy nítidos. Recuerdo que los viernes siempre íbamos todos a cenar a casa de mis abuelos, yo salía del colegio, mis padres me dejaban en su oficina y ya se encargaba él de llevarme. Jugaba por allí mientras no cerraba, me llevaba al estanco de al lado y me compraba caramelos. A pesar de lo pequeña que era, siempre pedía los mismos que él, unos mentolados que picaban un montón, pero me daba igual: si eran buenos para él, lo eran para mi y no había vuelta de hoja.
jueves, 11 de febrero de 2010
Carta del Ministerio de Trabajo e Inmigración
martes, 9 de febrero de 2010
Crónica de una forastera en Orense. Capítulo II: ¡Dios! qué frío hace en esta ciudad

Dicen que el frío es psicológico. Y una mierda psicológico. Si así fuera, yo desde luego que no lo sentiría, porque mira que me he intentado mentalizar desde que supe que tenía que venir para aquí, he invocado el pensamiento positivo e incluso para creérmelo más, he estado a punto de ir a trabajar en camiseta de tiras, pero nada. Tengo frío y no hay vuelta de hoja. A lo que si he llegado es a la conclusión de que tener una sensación térmica baja, probablemente mezclado con estar recién levantada, hace que tenga pensamientos.... un tanto peculiares, vamos a decir. Delirios no, pero andamos ahí, ahí.
Como se dice en el libro "Alicia en el país de las maravillas", empecemos por el principio y acabemos por el final.
Suena el despertador, saco la mano de debajo de las mantas (para ser concreto, sábanas, manta, edredón, otra manta doblada a la mitad y otra mánta fina más) para apagarlo y ya noto desde el minuto uno de la jornada que estoy en Ourense. Me siento unos segundos para intentar espabilarme y no caerme redonda al ponerme de pie, y mis ojos se dirigen a mis pies, los cuales están cubiertos por las pantuflas a juego con el pijama. Entoces mi mente retrocede al momento en el que fui a Valença do Minho, Portugal, y me compré la susodicha prenda. Allí, recuerdo que pensé: "Estos portugueses desde luego qué faltos de glamour están, dormir con calcetines. Habráse visto". Faltos de glamour no, prácticos, visionarios voy a ir más allá y decir que son genios. Claro, yo vivía muy cómoda en las Rías Bajas con ese clima oceánico, suave y agradable donde los haya, allí era fácil reírse de las ocurrencias de los habitantes del país vecino. No me había parado a pensar en lo afortunada que era climatológicamente hablando, ahora lo aprecio.
domingo, 7 de febrero de 2010
Situaciones absurdas de mi vida cotidiana I.
Creo sinceramente que el sonido del silencio puede llegar a ser ensordecedor y que muchas veces una mirada puede decir, incomodar o herir más que una buena retahíla de palabras. Y ¡Vaya si el silencio incomoda! Puede llegar a ser insoportable.
El refranero español, rico y prolífico donde los haya, dice “Eres esclavo de tus palabras y dueño de tus silencios”: una verdad como un templo. Pero tendemos a no apreciar el buen hacer de la sabiduría popular, lo que da lugar a situaciones de lo más absurdas que se evitarían simplemente cerrando el pico de vez en cuando, me explico. Cuando no hay confianza con la persona con la que se está compartiendo espacio, el llenar los temidos silencios puede ser algo realmente agotador y llegar a rayar la ridiculez. Yo personalmente, lo intento una vez, dos como mucho y, si la persona en cuestión no ayuda a reducir el nivel de incomodo, me afeito para arriba y paso, me meto en mi mundo y, una vez allí, ya no hay vuelta atrás, no me sacan ni con agua caliente.
Existe una serie de situaciones estúpidas que suceden a menudo en mi vida y las que de verdad pienso lo de “calladito estás más guapo/a”. Hoy voy a hablar de una de ellas, pero hay más que se comentarán a su debido tiempo.
Nota: las frases en azul es lo que pienso pero no digo, se que soy una borde pero algo de autocontrol tengo escondido por ahí.
Situación 1:
Esta suele suceder con la gente más próxima a ti. Tengo un momento de esos de “quiero-estar-en-silencio-pero-no-me-pasa-nada”, simplemente quiero ver la tele o leer y no quiero decir nada o no tengo nada que decir. Entonces SIEMPRE, aparece alguien a tocarte las narices y se repite siempre la misma historia:
Se sienta a tu lado y te mira, le/la miras pero sólo saludas y no dices nada más, a pesar de conocerme, no coge la indirecta del silencio:
- ¿Te pasa algo?
- No
- ¿De verdad?
- No, de verdad. Voy a mantener la vista fija en el libro o en la tele a ver si capta que no quiero hablar.
- Pues algo te tiene que pasar porque estás muy callada.
- No, de verdad que no. Es que estoy cansada. Voy a dar un motivo aunque sea falso, si doy cierta información lo mismo se sacia su curiosidad y me deja en paz. Al mismo tiempo miro a la persona y le dedico una media sonrisa conciliadora para que vea que estoy de buen rollo.
- Pues hace diez minutos estabas muy habladora, así que te tiene que pasar algo.
-¿Qué parte de “no” es la que no has entendido? Ya, bueno hace diez minutos era hace diez minutos.
- ¿Sabes que si te pasa algo puedes contármelo verdad?
- El vaso se está colmando, el vaso se está colmando… Ya se que puedo contar contigo pero de verdad que no pasa nada, sólo me apetece estar en silencio.
-Si no me lo quieres decir, no me lo digas pero a ti te pasa algo. Se colmó.
- NO ME PASA NADA, SIMPLEMENTE ME APETECE LEER TRANQUILA UN RATO Y CON TUS PREGUNTITAS NO ME DEJAS. AHORA MISMO EL ÚNICO PROBLEMA QUE TENGO ERES TÚ.
- Eres una borde! Tampoco hacía falta ponerse así, por encima de que me intereso por ti vas y así me lo pagas.
La persona se levanta echa un basilisco y se marcha con una gran teatralidad, puede que incluso de un portazo para dar más dramatismo a la situación. Se podría pensar que ahora puedes disfrutar del silencio, pero no. Ya se ha fastidiado tu plan de tranquilidad absoluta.
miércoles, 3 de febrero de 2010
Crónica de una forastera en Orense. Capítulo I: El primer día en el trabajo
Vale que no es la mejor canción del mundo pero tengo un par de estas de "chunda-chunda" para estos casos de "hay que espabilar de una vez". Al lío que me desvío, allí me planto y me recibe el jefe, me da mi e-mail de la empresa y ya me "traspasa" a la responsable del equipo al que me incorporo, la cual me da una visita guiada por toda la oficina y me presenta a todos los miembros de todos los equipos. Eran un mogollón de gente, sólo me quedé con el nombre de los jefes (son los importantes) y con los del resto del equipo al que pertenezco, el resto me los voy aprendiendo poco a poco, sobretodo en la hora del café. He de decir, que son todos encantadores, se prestan a ayudarte ciempre con una sonrisa, entienden que los primeros días tengas preguntas y contestan siempre de forma muy agradable. Además te integran casi al instante, en grupos de café, de comidas e incluso en salidas al margen del trabajo.
Mola un montón tener mi propia mesa, mi propio ordenador (nuevecito que vi con mis propios ojos cómo me lo instalaban,) mi perfil de usuario y en un mes, con un poco de suerte, mis propios vales de comida. Hasta ahora siempre usaba la mesa y el ordenador que en ese momento no estaban ocupados, nunca había tenido mi propio espacio.
Resumiendo el tema oficina, que tengo un montonazo de expedientes pendientes encima de la mesa que me están esperando pacientemente a que les meta mano mañana por la mañana, que las horas que estoy en la oficina (las que me corresponden y alguna que otra extra) no paro de trabajar pero que me encanta y el tiempo me pasa volando. Es para lo que he estudiado tantos años, y me doy cuenta que aunque prácticamente escogí la carrera no al azar, pero casi , no me equivoqué con ella. Tuve suerte y acerté.
Se que ahora todo es nuevo y tengo la ilusión intacta pero quiero disfrutarlo hasta que empiece a quemarme o hasta que se me acabe el contrato, lo que suceda antes.
Continuará en próximos capítulos...