domingo, 6 de diciembre de 2009

Gilipolleces y gilipollezas

Soy mujer, y estoy en el paro. Cuando miro la sección de empleo en el periódico y leo: “Se necesita contable, asesor, licenciado…” o lo que sea que se demande, entiendo perfectamente que se refiere a hombres y mujeres y para nada me siento discriminada. No es una risa, por lo visto en este país somos más papistas que el Papa y hay que dejar clara la distinción, para muestra el artículo de Arturo Pérez-Reverte que sale publicado hoy en El Semanal XL.
Por lo visto un amiguete del escritor, puso un anuncio en el periódico en el que ponía “Se necesita auditor…” y, como consecuencia, recibió la visita de una inspectora de Trabajo y Asuntos Sociales recriminándole el no haber usado también el género femenino en el anuncio de marras. Recomiendo la lectura del artículo completo puesto que él cuenta el caso con bastante más gracia que yo. (Ver enlace adjunto)

Yo me partí de la risa leyéndolo pero la verdad es que reía por no llorar, de verdad que no encuentro una explicación posible a tanta chorrada. Durante años décadas, siglos, no hubo problema alguno en emplear el género masculino en forma genérica, todos éramos felices y las mujeres no se sentían relegadas a un segundo plano por esta tontería, había cosas más serias por las que sentirse un peldaño por debajo, cosas realmente importantes. Y últimamente, de unos años a esta parte, parece que por no hacer la dichosa aclaración en cualquier declaración pública, el osado orador va a ser apedreado, como mínimo.

¿Soy yo sola, o hay más gente que piensa que nos hemos vuelto todos locos? ¿Es que cuando el político de marras ensaya su discurso no tiene ningún amigo que le diga que suena verdaderamente ridículo? Parece que nos da algo si no estamos presentes de forma explícita en este tipo de proclamas. A mi personalmente, para lo que hay que oír, muchas veces casi prefiero que sólo usen la forma masculina y que no me incluyan.

La gente no se da cuenta de que haciendo esto lo único que se consigue es dejar aún más patente esa desigualdad que, afortunadamente y poco a poco, es cada día un poco menor.
Así no vamos hacia adelante, así lo único que hacemos es ponernos en ridículo cuando nos emocionamos en pleno discurso, empezamos a gustarnos a nosotras mismas mientras leemos, se nos va la pinza y nos pasamos de listas diciendo algo así como lo de “miembros y miembras” de nuestra querida Ministra de Igualdad. Consecuencia: salir en todos los telediarios, "zappines", etcétera y no por nuestros logros, sino por repipis, cursis y gilipollas.

Las mujeres llevamos toda la vida quejándonos de discriminación y no caemos en que con esta actitud feminista de pacotilla, con este talante, no hacemos otra cosa que conseguir que cada día se nos discrimine todavía más pero de otra forma, que creo, es todavía más humillante: la discriminación positiva. Para mí, estas nuevas leyes de igualdad son como un escupitajo en la cara, es algo así como “Pobrecitas, vamos a echarles un cable que ellas solitas no pueden”. Claro que podemos, a lo mejor llegaremos más lentamente pero con la cabeza alta y sin perder la dignidad, y si no, no hace falta más que echar la vista atrás y ver todo lo que conseguimos sin necesidad de leyes ridículas y absurdas. Tarde o temprano llegará el día en que llegue el reconocimiento que nos merecemos, es una cuestión generacional. No hay más que ver las aulas en las universidades y ver el porcentaje de mujeres en las mismas, para darnos cuenta que dentro de pocos años, si tenemos un problema de salud y queremos ponernos en las mejores manos, éstas serán las de una doctora. Si tenemos un problema con la ley, con toda probabilidad seremos juzgadas por una jueza, representadas por una abogada y acusadas por una fiscal (o fiscala no sea que me apedreen) y así un buen puñado de ejemplos más.
Pero lo que más me repatea de todo esto, lo que verdaderamente me pone del hígado son aquellas mujeres que aceptan y defienden este tipo de “beneficios” y creen que nos hacen un favor a todas las demás.

No voy a entrar en que en época de crisis se gasten recursos públicos en tener a gente rastreando los anuncios por palabras para ver si hay alguna “discriminación”, o ir más allá, y analizar la necesidad de montar un Ministerio de Igualdad, con su ministra, sus altos cargos, coches oficiales… cuando lo que hace Bibiana Aído, podrías integrarse perfectamente en otra institución y mientras, hay casi cuatro millones de parados entre los que, por desgracia, me incluyo. No lo voy a hacer, porque noto como una úlcera se abre paso en mi estómago cada vez que lo pienso, lo voy a dejar para cuando tenga trabajo y el gasto público supérfulo, me afecte un poco menos.


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