Nuestra aventura comenzó el sábado de carnaval. De forma totalmente espontánea, a mi amiga M.C.A. y a mí se nos ocurrió ir a pasar un fin de semana a Madrid, sin ningún motivo especial ni nada, simplemente un viaje de desconexión y compras. Tras cambiar la fecha numerosas veces por intentar compatibilizar vidas y trabajos (hubo un momento en el que pensé que no lograríamos encontrar un fin de semana en el que ambas pudiésemos), planear, apañar días y demás monsergas llegó el gran día, viernes 4 de junio.
Pues nada, de buena mañana nos plantamos en el aeropuerto de Santiago de Compostela para tomar el avión que nos llevaría al tan ansiado destino. Una vez allí, fuimos a dejar nuestras maletas para comenzar cuanto antes a patear el centro, que tres días tampoco dan para tanto. El campamento base lo teníamos bastante a las afueras de Madrid, sólo diré que estábamos a media hora de metro de la Plaza del Sol, lo que implicaba algo fundamental que marcó el discurrir del viaje: una vez saliésemos de casa, para que compensase el día habría que tardar bastante en volver.
Tras poneros en antecedentes y, sin más dilación, ahí va lo que hicimos los tres días:
El viernes, una vez dejadas la maletas nos fuimos a Sol, donde comimos y estuvimos por los alrededores de paseo. Luego fuimos a la feria del libro, ante la pregunta de qué me compré, os contestaré que me autocastigué hace un mes a no comprarma más libros hasta que no les todo lo que me compré y que tengo pendiente, es decir, un total de 9 libros. A pesar de cumplir el castigo a raja tabla, me encantó el ambiente y disfruté como una enana del paseo entre tanto libro. Al acabar (me imaginaba que sería veces más grande que la de Pontevedra, pero mi imaginación se quedó totalmente corta), nos tiramos un rato a charlar en el césped del Retiro. Madre mía que paz, que gozada poder parar media hora de tu vida para sentarse a la sombra.
Cuando decidimos que era suficiente reposo nos dirigimos al Prado para justificar la parte cultural del viaje y justo en ese momento cerraban las puertas. Nosotras lo intentamos. De allí fuimos a tomar algo y cenar a la Plaza de Santa Ana y para casiña que estábamos algo cansadas.
El sábado fue el día grande de compras, entre pitos y gaitas estuvimos algo más de 16 horas en la calle. Tras la media horita de metro de rigor, nos dimos un buen homenaje en el desayuno y estuvimos por Gran Vía. Después de comer, Fuencarral y alrededores con parada obligada entre medias para tomar un cafecito en la terraza del Starbucks. Cuando empezamos a notar el cansancio a eso de las 9, nos sentamos a tomar algo y a hablar: que si te acuerdas de aquel jueves por la noche, aquella tarde en la biblioteca de la facultad de farmacia en la que no paramos de reir y gastarnos bromas, batallitas de residencia universitaria, que si cuál podría ser el destino del próximo viaje, que si deberíamos de hacer de este fin de semana algo anual, que si deberías ver tal serie, escuchar este grupo o leer aquel libro. Y, sobretodo, carcajadas a mandíbula batiente por doquier. El caso es que llegamos a casa pasadas las 3 de la mañana. Todavía estábamos riendo y cargadas de bolsas.
El domingo, como no podría ser de otra forma, fuimos al rastro. Era algo incuestionable: 2+2 = 4, la tierra es una esfera achatada por los polos y un domingo por la mañana en Madrid, se va al rastro y no hay discusión posible.
Comimos y, como le pillamos gustillo a eso de tirarnos al sol en el campito, pues ¡ale! a los jardines del palacio real. Aeropuerto, retraso de una hora en barajas y de vuelta a la vida real.
Se podría pensar que no hacía falta irnos a 600 km de Pontevedra para hacer lo que hicimos, que no fue nada fuera de lo habitual y, sin embargo, fue una pasada de fin de semana en el que de las 72 horas, tranquilamente 50 me las pasé riendo. Decía mi abuela que la buena conversación es el mejor alimento del alma. Mi alma ha engordado por lo menos 10 kilos en los últimos días.
Y en el próximo capítulo...... Momentazos Paco Martínez Soria del viaje. Esas situaciones en las que nos miramos y nos dimos cuenta de que apestábamos a provincias.
Pues nada, de buena mañana nos plantamos en el aeropuerto de Santiago de Compostela para tomar el avión que nos llevaría al tan ansiado destino. Una vez allí, fuimos a dejar nuestras maletas para comenzar cuanto antes a patear el centro, que tres días tampoco dan para tanto. El campamento base lo teníamos bastante a las afueras de Madrid, sólo diré que estábamos a media hora de metro de la Plaza del Sol, lo que implicaba algo fundamental que marcó el discurrir del viaje: una vez saliésemos de casa, para que compensase el día habría que tardar bastante en volver.
Tras poneros en antecedentes y, sin más dilación, ahí va lo que hicimos los tres días:
El viernes, una vez dejadas la maletas nos fuimos a Sol, donde comimos y estuvimos por los alrededores de paseo. Luego fuimos a la feria del libro, ante la pregunta de qué me compré, os contestaré que me autocastigué hace un mes a no comprarma más libros hasta que no les todo lo que me compré y que tengo pendiente, es decir, un total de 9 libros. A pesar de cumplir el castigo a raja tabla, me encantó el ambiente y disfruté como una enana del paseo entre tanto libro. Al acabar (me imaginaba que sería veces más grande que la de Pontevedra, pero mi imaginación se quedó totalmente corta), nos tiramos un rato a charlar en el césped del Retiro. Madre mía que paz, que gozada poder parar media hora de tu vida para sentarse a la sombra.
Cuando decidimos que era suficiente reposo nos dirigimos al Prado para justificar la parte cultural del viaje y justo en ese momento cerraban las puertas. Nosotras lo intentamos. De allí fuimos a tomar algo y cenar a la Plaza de Santa Ana y para casiña que estábamos algo cansadas.
El sábado fue el día grande de compras, entre pitos y gaitas estuvimos algo más de 16 horas en la calle. Tras la media horita de metro de rigor, nos dimos un buen homenaje en el desayuno y estuvimos por Gran Vía. Después de comer, Fuencarral y alrededores con parada obligada entre medias para tomar un cafecito en la terraza del Starbucks. Cuando empezamos a notar el cansancio a eso de las 9, nos sentamos a tomar algo y a hablar: que si te acuerdas de aquel jueves por la noche, aquella tarde en la biblioteca de la facultad de farmacia en la que no paramos de reir y gastarnos bromas, batallitas de residencia universitaria, que si cuál podría ser el destino del próximo viaje, que si deberíamos de hacer de este fin de semana algo anual, que si deberías ver tal serie, escuchar este grupo o leer aquel libro. Y, sobretodo, carcajadas a mandíbula batiente por doquier. El caso es que llegamos a casa pasadas las 3 de la mañana. Todavía estábamos riendo y cargadas de bolsas.
El domingo, como no podría ser de otra forma, fuimos al rastro. Era algo incuestionable: 2+2 = 4, la tierra es una esfera achatada por los polos y un domingo por la mañana en Madrid, se va al rastro y no hay discusión posible.
Comimos y, como le pillamos gustillo a eso de tirarnos al sol en el campito, pues ¡ale! a los jardines del palacio real. Aeropuerto, retraso de una hora en barajas y de vuelta a la vida real.
Se podría pensar que no hacía falta irnos a 600 km de Pontevedra para hacer lo que hicimos, que no fue nada fuera de lo habitual y, sin embargo, fue una pasada de fin de semana en el que de las 72 horas, tranquilamente 50 me las pasé riendo. Decía mi abuela que la buena conversación es el mejor alimento del alma. Mi alma ha engordado por lo menos 10 kilos en los últimos días.
Y en el próximo capítulo...... Momentazos Paco Martínez Soria del viaje. Esas situaciones en las que nos miramos y nos dimos cuenta de que apestábamos a provincias.
6 comentarios:
Esos findes en los Madriles con la gente de la facultad son lo mejor para cambiar de aires y volver con las pilar cargadas y 10 kilos más en el alma.
Fuencarral, el Rastro y esos momentos en que se nos diferencia tanto a los de provincias, jaja. Hacía un poco de calorcito pero es igual, yo también me lo pasé muy bien
Se me había olvidado que ibas este finde, aunque yo tampoco paré. Ya te diré cuando voy a tu tierra
Besos, sobri
Tita: este tipo de viajes son totales. Me alegro de que tú también te lo pasases bien. El cansancio por no haber parado de patear y callejear es el mejor, deja a uno con una sonrisilla. Por cierto, que mi amiga y yo no estudiamos la misma carrera. Misma ciudad, misma universidad y misma residencia, pero carreras distintas.
No se si has estado antes, pero ya verás qué bonita es mi tierra.
1 beso Tita.
ayyyys Madrid...que ciudad tan especial!!! veo que habéis hecho cositas, me ha encantado!!! para cambiar de aires y disfrutar de otras cosas!!! ya nos contarás esas anecdotas, estoy deseando leerte!!!! yo tamb he preparado alguna de ese tipo jajajajaja y es que a veces soy más de pueblo que las gallinas jajajajajajaja
Un besote guapa!!!
me alegro de que lo pasaras tan bien en Madrid , es una ciudad entretenida , mucho que ver y mucho ambiente. Un beso desde el polo norte sobrina , ya pronto nos veremos en pontevedra.
maria!! espero que un dia me cuentes todo esto con más detalle aunque ya he visto que no habeis perdido el tiempo... y las compritas que taL? mucha cosa por alli? bueno ya nos veremos y hablamos!!
1 besoo de tu prima
Mi alma tb engordó un montón me, jeje. Un finde memorable, lo pasé genial, genial!!
Ya estrené la camiseta del rastro y el vestido conmemorativo cuando salga un poquito el sol!
Hay que empezar a planear el siguinete...un besito.
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Ya que has leído tendrás algo que decir, digo yo.