lunes, 22 de noviembre de 2010

Sablazo en el hotel.

Lo prometido es deuda y en la entrada anterior dije que iba a contar una anécdota de hotel. Situémonos en el tiempo pues. 
Como ya comenté en la ya mencionada anterior entrada, la semana pasada la empresa me mandó a trabajar tres días a Ponferrada, lo que implicaba dormir dos noches en un hotel. Modestito, nada del otro jueves. Cuatro estrellas para ser exactos (hay que reconocer que ahí se portó).


Tras una primera noche estupenda en la que dormí de coña, probablemente y en gran parte debido a las almohadas tan mullidas que amablemente pusieron a mi disposición (y supongo que a la de todos los huéspedes) y la posterior jornada laboral en la que literalmente nos salimos del planning acabando bastante antes de lo previsto. Me dirijo a mi habitación para dejar el bolso, abrigo y bufanda (sí, hizo frío) y refrescarme antes de bajar a cenar. Y con refrescarme me refiero mayormente a evacuar que me estaba meando desde hacía un buen rato, dicho así, con toda la naturalidad del mundo mundial.

Iba por el pasillo pensando que era una pena que al día siguiente dejase la habitación sin haber hecho uso del minibar, que para más inri era gratuito, y que después de ir al baño y cambiar las botas por unos tenis, me tomaba superagustito una coca light antes de bajar al comedor. Paso la tarjetita, abro la puerta, paso la correa del bolso por encima de la cabeza y en ese momento mi vista se posa en una cestita que hay encima de la cama. ¡Ale! más "regalitos" además de geles, cepillos de dientes, esponja para los zapatos, gorros de ducha, jabones, clinex... que ya reposaban en el fondo de mi neceser a la espera de que repusieran.
¡Qué ilusa soy! no eran "regalos" era una clavada de 19 eurazos por lavarme y plancharme, dos bragas (3,50 euros cada braga ojo al dato), un sujetador, un par de calcetines y dos camisetas. ¿¿¿¿¿¿Para qué coj....(piiiiiiiii) quiero yo que me planchen las bragas?????? Mientras asimilaba lo que había pasado, mis pies cobraron vida propia y, por inercia, se dirijieron a la nevera. Mi subconsciente sabía exactamente lo que tenía que hacer: AMORTIZAR el sablazo. Así que abrí la neverita y a la cocacola que tanto pedía mi cuerpo, le siguieron una tónica y una fanta de limón.

Mientras me tomaba el refrigerio (momento experimental: daros cuenta que aún no fui al baño, los sobresaltos hacen que la vegija aumente su capacidad, sino no me explico que "la rellenase" a lo bestia y siguiera sentada en la silla mirando para la cestita de marras mientras caían una a una todas esas bebidas), hice una recomposición de los hechos. La noche anterior, cogí mi ropa y la metí en la bolsa que dejan los de la lavandería, le quité el papelito donde se anota lo que quieres que te laven (si es que quieres que te laven algo que no era mi caso) y le dejé en la parte de arriba del armario lejos del mundanal ruído y de las miradas indiscretas de los empleados del hotel. Os preguntaréis por qué no la dejé dentro de la maleta. No fue un descuído, lo hice con toda la intención. Si los calcetines desprendieran o desprendiesen olor, no apestarían la ropa que me pondría en días sucesivos.

O sea que los muy mamones, abrieron mi armario, husmearon (porque la bolsa a la vista no estaba que me aseguré y bien sabéis que cuando me aseguro de algo lo hago a conciencia) y decidieron lavarme la ropa y cobrarme semejante salvajada. Debieron pensar que ya puestos en gastos, la planchaban también y así se cobraba oportunamente un plus. ¡La madre que los parió! La de pollos que les tengo montado a mis padres y a mi hermana por abrirme el armario sin mi permiso y vienen estos y no se quedan en abrir sino que, por encima, cotillean. ¡La madre que los parió otra vez! (y otra más, que puestos en gastos yo también hago recargo).

 Tras atender una llamada de mis padres, con los que no escatimé en expresiones malsonantes para dejar patente mi estado de gran cabreo, bajé a cenar. Tras la cena con mis compis, fui a recepción para ajustar cuentas, ya que, aunque por esta vez generosos, en la empresa no me pagaban el planchado de la ropa interior, y le dije en el tono más educado que me salió (estaba totalmente calmada, la cena hizo milagros) que me cobrasen el servicio de lavandería que, para nada, había pedido. Al final resultó que para solventar "el mal entendido" (todavía sigo sin entender qué entendieron mal) me cobraron únicamente los costes que les suponía a ellos. Me siguió doliendo pero algo menos.
¡Ah! y se me olvidaba, con la cena tomé una botella de medio litro de agua y todavía subí y me puse cómoda antes de evacuar. Empíricamente probado: los sobresaltos ensanchan la vejiga.

5 comentarios:

Mi bici y yo dijo...

Para que no me pase eso yo llevo mi propia bolsa de la ropa sucia: una bolsita de tela de hace mil años con un cordón arriba que la cierra, así es imposible que me sableen lavándome y planchándome las bragas. Creo que me la hizo mi abu para llevar las cosas a la guardería, tiene mi nombre bordado en una esquinita y todo, hace tiempo apareció por ahí, me la dio mi madre y ha pasado a ser la bolsa de la ropa sucia de los viajes, al volver a casa va a la lavadora al igual que los calcetines sucios y tal

Vaya sablazo, menos mal que conseguiste una rebaja!!!!!

Besos, sobri

PD: hoy me ha llegado uno de esos correos tuyos extraños, no zé...

Nebulina dijo...

Puff la que habría montado yo es considerable...más crítica en Tripadvisor para que sepan lo que hay.
Sí, soy muy exigente en los hoteles, sobre todo si tocan mis cosas :(
Un beso!

Tanais dijo...

Que rabia!!! imagino la situacion y bufff, grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr me he imaginado como bebias todo de golpe y me ha dado la risa ajajajajajajajajajjaja

Y estoy con Nebu, ponles a parir en los foros!!!

Moder dijo...

Jajajaj, pues es bastante raro, porque cuando trabajas en un hotel lo normal es que evites el trabajo adicional :-D

María_MC dijo...

Mi bici y yo: Tita, mi plan era llevarme la bolsa del hotel para emplearla en estas ocasiones. No era de plástico, era de tela y tenía el cordelillo para cerrar. Me quemó tanto lo de la lavandería, que fue lo que dejé. No la quería ver delante. Le pediré a mi abuela que me haga una. A ver si es capaz de coser cuando consiga reponerse del ataque de risa que le va a dar.
Besos, tita.

Nebulina: a mí que toquen mis cosas sin mi permiso me pone mala y, si son desconocidos, peor. Soy consciente de que mi pequeña manía no es tan pequeña, pero a cambio yo no toco las cosas de nadie. Creo que es justo ¿no?
No sé que me da poner verde al hotel si para todo lo demás fueron amabilísimos. Además que si vuelvo a contar mi experiencia me enfadaré otra vez y ahora que empieza a hacerme gracia...
Otro beso para tí.

Tanais: bueno, la verdad es que a mí empieza a hacerme gracia la historia. Ya bromeo y todo jeje. Aclarar que no bebí de golpe. Bebí todo seguido pero reposadamente sentadita en una silla con los pies encima de la mesa mientras me calmaba a mí misma para no bajar a recepción y cargarme a alguien. ;)

BlackBetty: eso mismo digo yo. O se aburrían o van a comisión por braga lavada porque si no, no me lo explico. ;)

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